038| La Larga Noche
“True Detective: Night Country” combina el nordic noir y el terror cósmico, en un magnífico regreso a sus orígenes.
Bienvenidxs a la última newsletter por el momento, de “Over the Top. Y es que tristemente me veo de nuevo obligado a hacer un parón en la publicación de artículos y podcasts por causas ajenas a mi voluntad, ya que vuelvo a estar ingresado tras detectarse un problema en mis últimas analíticas que requiere de un nuevo tratamiento hospitalario. En principio espero que la baja no supere el mes en esta ocasión, asi que podré volver a estar con vosotros justo a tiempo para el final de “Masters of the Air”.
De momento suspenderemos debido a esto, todos los podcast de Febrero, con todo el dolor de mi corazón. Muchas gracias a todos por apoyarme siempre y por estar ahí. Ya sabéis que volveré más fuerte 😄
Hoy quiero hablaros (en este último artículo que tenía ya muy avanzado antes de estos acontecimientos) de una serie que para mí, ha sido la más atractiva y redonda de entre todo lo estrenado hasta ahora este año (aunque bueno, ya sabéis que sólo escribo sobre aquellas series a las que califico con un 8 o más, y que por lo tanto, doy como seguras dentro de mi TOP de final de año).
Hoy os hablo de “True Detective: Night Country o “True Detective: Noche Polar” que es como se le ha llamado aquí a esta cuarta temporada de la serie antológica de detectives, quizás con la idea de señalar una cierta ruptura con la línea que llevaba hasta ahora la serie de la mano de su creador Nic Pizzolatto, (aunque de hecho, enlaza de forma mucho más clara con la temporada original, que el resto de sucesoras escritas por él mismo).
Veamos qué ha hecho de este viaje narrativo y visual, algo que haya merecido tanto la pena como para colocarla de momento en lo más alto de este 2024.
El Círculo Roto
Probablemente no todos recordéis de una forma ya tan vívida (o igual sí) la maravillosa primera temporada de “True Detective” que asombró y enamoró a seriéfilos de medio mundo. El caso es que han pasado ya casi diez años, y todavía algunos guardamos en nuestra retina la fuerza narrativa de una historia narrada en dos tiempos, que a cada paso que daba, despertaba más aún nuestra angustia e interés, con las continuas referencias en el guión de Pizzolatto a Robert W. Chambers y su “Rey Amarillo”, y a la mítica y terrorífica Carcosa (su ciudad olvidada). A esto le teníamos que añadir la belleza sugerente de las imágenes de Cary Fukunaga en la dirección, y a unos grandísimos Woody Harrelson y Matthew McCounaghey, que juntos conformaron la serie del año, y abrieron una ventana a una cierta evolución en las series de parejas de detectives. Todo un hito.
Un año después se lanzó la segunda temporada con bastantes prisas, y probablemente sin pensarse mucho si la historia que se iba a narrar tenía mucha cabida en la serie antológica, sobre todo por su giro radical en todos los aspectos: temático, visual, de ritmo, etc.
A un mucho menos inspirado Colin Farrell, le acompañaron Rachel McAdams y un flojo Taylor Kitsch; ya sin Fukunaga en el apartado visual (que salió echando pestes del señor Pizzolatto y sus dotes de mando). A la serie, crítica y público le zurraron sin piedad como hacía tiempo no se hacía, ni casi se ha vuelto a hacer.
Recuperada hace algunas semanas por mí, ya que en su día me la salté, tengo que decir que es una serie muy estimable y bastante mejor de lo que se dijo y me esperaba; un solvente thriller urbano, sucio y desaliñado sobre la moral y la redención. Opinión más que positiva, siempre y cuando no la compares con aquella magnífica primera temporada, ni la enclaves en el universo “True Detective”, donde no entra ni con calzador (si se hubiera estrenado como otra serie independiente con un título como “Vinci ciudad sin ley” seguro que hubiera recibido un mejor trato).
Cuatro años después del naufragio de la franquicia, que parecía haber enterrado a la misma para siempre, se recuperó con una tercera temporada encabezada por el entonces de moda Mahershala Ali, tratando de reconectar con el tono de esa primera temporada pero sin acabar de conseguirlo del todo. De nuevo teníamos narración en dos tiempos y elementos esotéricos del culto de la primera, como las espirales grabadas y los muñequitos de paja; pero quedándose igualmente que la anterior, lejos del original; aunque tengo que reconocer que a mi me gustó (sin grandes efusiones).
Y hasta ahí llegó la serie. Corría 2019, y se cerró el telón para uno de los mayores éxitos de la década; en una HBO que igualmente se despidió (meses después) de su último gran baluarte: “Juego de Tronos”.
Regreso al Círculo Roto
Tuvo que llegar la crisis del “streaming”, y la necesidad de explotar propiedades intelectuales (IP) a toda costa, para que HBO se decidiera a resucitar el proyecto con nueva showrunner, y dejando a Pizzolatto el rol de Productor Ejecutivo (es decir, el de cobrar sin salir de tu casa, porque nadie quiere verte de nuevo la cara).
Issa López fue la elegida; una directora, productora y guionista mexicana con una dilatada carrera en el país vecino y que había despertado los elogios de Guillermo del Toro y Stephen King con su cinta de 2017, “Vuelven”. Fue gracias al impacto de esta película que la gente de HBO se puso en contacto con ella para empezar a tratar una posible vuelta de la franquicia en un futuro y cuál sería el enfoque que la directora podría darle. Y López lo tuvo claro desde un principio, una pareja de detectives antagónica, que chocara constantemente en su forma de ver la vida y afrontar los problemas; un escenario donde el thriller y el terror se entremezclaran, y el papel predominante de “lo desconocido” como hilo conductor de la trama. Es decir, hacer algo completamente diferente pero que en esencia consiguiera cerrar el círculo roto con la segunda y tercera temporadas de la serie (y de ahí también el título a modo de spin-off o “reboot” sin que por ningún sitio aparezca ese “Temporada 4”).
Tengo que reconocer, que López lo ha conseguido. Obviamente no al nivel de excelencia de la primera temporada original (lo cual es humanamente imposible), pero haciéndolo mucho mejor que el propio Pizzolatto en las temporadas precedentes, para desgracia de éste (que no ha disimulado su disgusto en las redes, con comentarios despectivos hacia esta nueva entrega). Y es que la directora ha sabido recrear la perfecta atmósfera desasosegante en ese pequeño pueblo de Alaska (dónde nadie iría ni a cobrar una herencia) repleta de almas perdidas, personas sin sueños, y criaturas que parecen haber despertado y atravesado el fino tejido existente entre mundos.
Lo ha hecho según ella, tomando referencias de “Seven”, de “El Resplandor” (cómo no), de “Alien”, de “El Silencio de los Corderos”, y por supuesto de la más obvia en el arranque de esta nueva entrega: “La Cosa” de John Carpenter. Y cuando coges un poco de lo mejor de lo mejor, es más difícil hacer algo malo. Y más si enlazas debidamente la historia en el punto donde todos nos quedamos con ganas de más.
El Camino a Carcosa
"…For we do not know what beasts the night dreams when its hours grow too long for even God to be awake."
(Hildred Castaigne)
La cita inventada por López con la que abre “Night Country”, y que está atribuida a Hildred Castaigne (nombre del protagonista de uno de los relatos que componen “El Rey Amarillo”), fue ya el primer aviso del regreso a casa de “True Detective”.
Robert W. Chambers no pertenecía al Círculo de Lovecraft, pero tuvo la admiración de éste tras la publicación de su obra más conocida y aterradora: “El Rey Amarillo”. Contribuyó de esta manera a la creación del “Panteón Primigenio” y a las bases del terror cósmico, con el innombrable H. (no, no voy a hacer aquí, y menos por escrito, “el juramento inconfesable”) el conocido también como “Rey Amarillo” o “Rey Pordiosero”, siempre secundado por sus siervos completamente locos y faltos de cordura, y desterrado a la ciudad perdida de Carcosa, sumida para siempre en un eterno silencio.
Pero ésta es sólo la primera de las conexiones explícitas con la primera temporada de la antología. Si nos fijamos atentamente, tenemos otras mucho más claras como la aparición de ese fantasma que localiza los cuerpos de los científicos desaparecidos (y que guía al personaje interpretado por Fiona Shaw); un fantasma que no es otro que Travis Cole, el padre de nuestro añorado Rust Cole. Recordemos cómo Rust (interpretado por Matthew McCounaghey en la primera temporada), hablaba entonces de que vivió en Alaska con su padre antes de que éste muriera de leucemia. Ahora sabemos que en verdad, éste se adentró en el hielo antes de llegar a su final, y que sigue vagando en la larga noche helada.
Más claro es el uso del ya consabido símbolo espiral que aparece de forma continua otra vez, como símbolo de un extraño culto, también en esta nueva entrega. Recordemos que era el mismo que formaban los pájaros a ojos de Cole en la primera temporada, y que aparecía marcado allí en muchos de los cadáveres de las mujeres encontradas en los bosques, relacionado con el culto de la familia “Tuttle” (y que también aparecía en la tercera temporada, como señalaba anteriormente). Y cabe recordar que “Los Tuttle” estaban al frente de la secta que asesinaba a niños y dejaba muñequitos de paja, llevando máscaras de animales durante sus celebraciones, en la temporada original; y que obviamente estaban ligados al servicio del propio Rey Amarillo. De hecho, “Tuttle Industries” se dice aquí que es la principal fuente de financiación oculta de la Estación Polar Tsalal.
De esta manera se cerraba un círculo, roto por el propio Pizzolatto con sus temporadas dos y tres.
La Sombra sobre Ennis
Pero al margen de esas conexiones, “Night Country” desarrolla su propio universo de terror cósmico, presentando el asentamiento minero de Ennis como un referente polar de la Arkham lovecraftiana, al señalárnoslo como un lugar en La Tierra donde el tejido que separa mundos (el de los vivos y los muertos) está rasgado y descosido. Ese “Está despierta”, nos retrotrae al despertar de los Primigenios que siempre un grupo de cultistas trata de consumar mediante algún ritual, e investigadores desesperadamente intentan impedir; todo ello propio del universo del Maestro de Providence, y de clásicos del “boardgaming” como el inconmensurable “Arkham Horror” o “Las Mansiones de la Locura”.
Hablaba antes de Carpenter, porque “The Thing” nos viene a la mente tras el primer plano en el que sale la base científica Tsalal. La en apariencia base cientíifica multidisciplinar que investiga el origen de la especie humana, y que está financiada por los que buscan las grietas exactas que traigan de vuelta a sus señores desterrados más allá del tiempo y del espacio. Una “Cosa” carpentiana, aquí apenas visible en borrosos fotogramas y que permanece escondida entre las sombras y terrores varios que pueblan la larga noche (esa que Melissandre definía como oscura y albergue de infinitos horrores).
Esa sombra etérea, que tiene su materialización física en la mina que da de comer a los habitantes del pueblo, mientras los envenena lentamente, matando a sus hijos (los cuales nacen muertos al estar gestados con agua contaminada), en una simbiosis siniestra y mortal, que envuelve y atrapa a todos los que habitan el enclave; unos habitantes de Ennis, que solo sienten y ven algunos de los hilos que los mueven, pero no acaban de comprenderlos en toda su cruel dimensión.
Solo la marcha hacia el hielo infinito, huyendo de una locura que ya es la dueña de los actos de uno, parece ser la salida de ese laberinto de la demencia en el que se ha convertido tu hogar, con todas las almas allí atrapadas: las vivas y las muertas (aunque quizás apenas exista ya diferencia alguna).
La Noche de la Fanática
(Lecciones que aprendí jugando al Arkham Horror LCG)
Una de las muchas lecciones aprendidas en los dolorosos y múltiples fracasos sufridos investigando en los bosques de Arkham, es el que te enseña la única forma plausible de escapar del “Devorador de las Profundidades. Cuando todos parecen estar locos y no hay salida posible, cuando todo se oscurece y el final es inevitable, sacrifica a la única persona que dice la verdad y sigue en sus cabales. Sólo así puede terminar la “Noche de la fanática”. Entonces todo vuelve a cobrar sentido, todo vuelve a parecer real, cotidiano, auténtico. Entonces puedes entregarte a vivir la locura en toda su dimensión, y a vivir en la fantasía de un mundo falsamente ordenado y cabal.
Esto les pasa a los personajes de Kali Reis, Fiona Shaw y finalmente de Jodie Foster, aceptando finalmente las reglas de la realidad en la que les toca vivir. Quizás el loco sea aquí el que no ve muertos y no dialoga con ellos, el que se resiste, el que cree que algo va mal, cuando realmente la ausencia de lógica es la que define las leyes de la física en Ennis.
Unas leyes que dicta la noche y que convierte a las naranjas en un lenguaje no verbal entre universos, no se si anticipando la llegada de la muerte tal y como Coppola jugaba a mostrarnos en “El Padrino”, o simplemente como forma de llamar nuestra atención; la única que tienen aquellos que ya no pueden hablarnos (tal y como hacían las gemelas del Overlook, buscando a Danny como compañero de juegos).
La aparición del fantasmagórico Oso Blanco Tuerto, mimesis del niño que se fue dejando un vació en su madre insalvable y un peluche roto, es otra forma que tienen los de un lado de advertir a los del otro, de la más terrible de las verdades: El velo está roto, y todos conviven ya en el mismo sitio.
Los Devoradores de Sueños
Pero el aire enrarecido y la atmósfera densa y superpoblada de gritos de socorro actúa como imán para aquellos que han sido paralizados a mitad de su vida, con abismos en su interior que les impiden avanzar en ninguna dirección o sentido. Liz Danvers, el personaje interpretado por Jodie Foster, es aquí una mujer sin rumbo obsesionada con su trabajo y con anular cualquier atisbo de felicidad y de dignidad en el resto de sus semejantes. Es persistente en su sociopatía, y muy eficaz en tratar de humillar una y otra vez a todos aquellos que cometen el error de acercarse a ella buscando comprensión. Destruye a su pupilo Peter Prior, a sus superior, a su hijastra, y a todos lo sque la rodean como si de un agujero negro se tratara. Los absorbe y escupe con la misma facilidad que tenía “The Thing” para asimilar humanos. Y a este respecto no hace falta más que comprobar sus logros por hacer que Ennis tenga la peor Nochebuena de su historia; nadie feliz con su familia y que todos sientan el dolor que ella siente.
Destrozada por la pérdida de su marido y sobre todo de su hijo, se convierte en una ninfómana destructiva que logra manipular al joven Prior, al utilizar la necesidad que el muchacho tiene de encontrar una figura materna.
Muy cerca de Prior, su padre, al servicio de las fuerzas que determinan el status quo de todos, un pobre desgraciado que pone sus treinta monedas en una quimera imposible destinada a degradarle aún más, y que igualmente trata de usar a su hijo para sus propios fines.
Y Leah la rebelde, la única que trata de romepr el Circulo vicioso de maltrato y falta de amor entre padres e hijos. Unida al grito silencioso de socorro de aquellos que están siendo exterminados sin piedad.
La otra cara de la moneda es la compañera de Danvers en la imposible y chirriante pareja de detectives que conforma la marca de la casa. La Evangeline Navarro de Kali Reis, es una mujer golpeada, nunca vencida, que se levanta una y otra vez y no permite ser arrastrada por aquellos que ya han devorado los sueños de todos los demás. Una policía luchadora, interpretada por una boxeadora que tiene la memoria de su hermana siempre presente, y que asume perfectamente las reglas singulares que acaban rigiendo ese mundo a donde ha acabado, huyendo de un pasado tormentoso.
Supervivientes apenas despiertos, en la antigua Tierra de los Sueños; regida ahora por las fuerzas que acechan en el Umbral, y que ahora vuelven a despertar, con sus seguidores expectantes y celebrando su regreso.
En los Confines de la Tierra
La serie se ha ido convirtiendo en imágenes poderosas, a través de las interminables jornadas de rodaje nocturno en las heladas planicies islandesas, con una Jodie Foster que no ha regresado del casi retiro en vano, para darnos a todos una lección aún de cómo se construye un personaje. Junto a ella una imperturbable Kali Reis, que cumple a la perfección, y unos actores, que en el caso de las mujeres nativas, son actrices no profesionales, y que igualmente copan la atención de la cámara en cada uno de los planos en los que aparecen.
A mayores, la voz entre dos mundos de Billie Eilish, pone música a ese viaje a las eras olvidadas de un universo al filo del abismo, con su “Bury a friend” en el comienzo de cada episodio.
Pero lo más sorprendente de una serie filmada con exquisito cuidado y preciosismo, son la composición dual de planos casi siempre usando un contraste de complementarios azules y anaranjados que dotan todavía de un mayor contrate ese mundo muerto frente a los rostros de los únicos seres vivos que deambulan por el escenario de pesadilla que son Ennis y sus alrededores. Naranja sobre azul y azul sobre naranja, siempre insaturados, para lograrlos armonizar como fríos, en una danza visual irreal y real al mismo tiempo, tal y como el mundo que retrata.
“True Detective: Night Country” no sólo es la vuelta a una historia donde las sensaciones y escalofríos recorrían de forma continuada la retina y columna vertebral del espectador. Logra atraparte y atraerte, a pesar de tus reticencias para adentrarte en los misterios ignotos de nuestra existencia, aquellos que sólo avispados observadores como Lovecraft o Chambers lograron descifrar.
Aún así, esto es “true Detective” y para los que prefieran creer en lo que pueden tocar, hay una cierta explicación natural para la mayor parte de todos estos extraños sucesos (siempre que obviemos un tapacubos, o las alusiones al terror sin nombre que recorre las llanuras heladas) en un mundo para muchos desconocido y que siguen prefiriendo ignorar.
Un mundo regido por seres inconcebibles que duermen en los fondos de lo insondable, rigiendo nuestros insignificantes destinos, y que ya han decidido que acabemos siendo sus esclavos, faltos de todo poder de comprensión y raciocinio. Qué mejor muerte en vida que servir a aquellos que SON y siempre han estado ahí ¿Hay alguna otra opción acaso? ¿Hay algún Dios que esté observándonos y pueda liberarnos de nuestra bien aceptado destino fatal?
“No esta muerto lo que eternamente yace, y en los eones por venir la muerte aún puede morir”. Y está despierta…
Que la fuerza te acompañe, Jose Luis. Espero que te recuperes bien y pronto. Un abrazo
Mucha fuerza y pronta recuperación. Te esperamos sin movernos de aquí.
Un abrazo