036| El discreto encanto del Control
“Cristobal Balenciaga” ilustra de forma exquisita, el proceso creativo y la obsesión por su control
Bienvenidos a una nueva newsletter de “Over the Top” y a la primera reseña de una serie en este 2024. En este caso además, se trata de la primera reseña que hago de una serie española en “Over the Top”, y dada mi conocida resistencia a ensalzar gratuitamente el producto patrio, podéis imaginaros que el hecho presupone que la serie de la que voy a hablaros hoy, merece mucho la pena; en concreto y para mí, es lo mejor que he visto hasta ahora en este 2024 (aunque apenas no hemos cumplido el primer mes del mismo).
Hoy voy a hablaros de “Cristóbal Balenciaga”, la serie de “Irusoin” y “Moriarti Produkzioak” para Disney+, que ya tenéis disponible completa desde la semana pasada.
El enigma Balenciaga
A la hora de afrontar la figura del más grande de los diseñadores de moda españoles y leyenda de la alta costura mundial, lo fácil para su creadora, Lourdes Iglesias, hubiese sido hacer una biografía al uso, sin salirse una coma de la Wikipedia. Un enfoque tan estándar, podría incluso haber tenido una mayor aceptación entre un público más generalista, haciéndola más asequible o entretenida para las masas; aunque inevitablemente hubiese aparejado consigo una inevitable levedad y carácter plano, que habría provocado el que la mayor parte de la gente la hubiera olvidado nada más terminarla. Sobre Balenciaga de hecho, no existía demasiado material gráfico previo (bien conocida era su aversión a salir en la prensa), ni tampoco obras fílmicas centradas en su figura. Lo más acertado hasta este momento había sido la magnifica “El hilo invisible” de Paul Thomas Anderson inspirada en algunos aspectos de su figura, para a partir de ellos construir el personaje que allí interpretaba Daniel Day-Lewis. Y junto a ésta, la premisa de que en unos meses tendríamos también al diseñador español, como personaje secundario en “The New Look”, la serie de Apple TV+ (más centrada en las figuras de Dior y Chanel, y en su rivalidad).
Así pues, Iglesias partía de cero y podía tomar el camino que quisiese para materializar su visión sobre el “Enigma Balenciaga”; una visión a la que llevaba ya años dando forma en su cabeza. La elección de centrarse sólo en los años que se corresponden con su estancia en París y el período entre la apertura y el cierre de la “Maison Balenciaga”, para de esta manera abrir el campo de acción de su retrato al auge y crepúsculo de la “Alta Costura” parisina, no puede calificarse de otra forma que no sea la de un completo acierto. De esta manera, el centro del foco en la historia que finalmente se nos ha contado, ha estado puesto en el creador y diseñador, y no tanto en el hombre que acaba creando y diseñando.
Por el camino puede que hayamos perdido con esta decisión muchas cosas, como por ejemplo las motivaciones que impulsan a un niño de Guetaria a acabar siendo quien fue, pero desde luego hemos ganado muchas otras que superan con creces este hecho. Bien es cierto, que de esta manera también se ha limitado el espectro de identificación de gran parte del público con el protagonista de la serie, pero sin embargo se ha conseguido establecer un vínculo maravilloso con aquellos espectadores que han sufrido en su cuerpo la tortura mental que supone todo proceso creativo, siempre asfixiada por el deseo de alcanzar la perfección y de tener el control, de domar la nada intangible y darle forma (siempre la mejor posible).
En la serie de hecho, sólo hay un flashback de apenas unos segundos sobre su infancia (que se repite en alguno de sus planos, dos o tres veces a lo largo de la serie), y que sirve para remitirnos dos datos sobre el personaje: Su miedo irracional a ser el centro de atención y a que se rían de él, y el hecho puntual que le animó a seguir cosiendo aún desde niño. Del resto no sabemos nada, ya que todo se narra únicamente en dos tiempos: El presente, que se corresponde con la entrevista que Prudence Glynn consiguió por fin arrancarle una vez retirado, y el pasado, que es la parte central y prácticamente total de la serie y que abarca en narración lineal, el período ya comentado.
Una entrevista que es hilo conductor y que se complementa con un desarrollo narrativo que no deja de abordar de forma sutil (que no superficial) todas las cuestiones que fueron salpicando su camino vital entre nosotros y por las que muchas veces fue señalado. Desde su presunto colaboracionismo con la ocupación alemana, su homosexualidad o su a veces tiránico perfeccionismo para con sus trabajadores, hasta el polémico cierre de su “Casa de Moda” en 1968.
Por lo tanto, este es el primer logro para mí de la serie, centrar su discurso (a pesar de ser un “biopic”) no tanto en el hombre, sino en la fuerza creativa que le movió hacia adelante y en el contexto en el que le tocó desarrollarla.
El hilo invisible, la costura intuida
A la hora de articular su relato, y de ir abordando todas las cuestiones expuestas anteriormente, Lourdes Iglesias opta como digo por la sugerencia sutil, por resumir a veces una postura o una forma de pensar, tan sólo con una única frase; ayudada luego obviamente por la excelente interpretación de Alberto San Juan, que aquí hace una excelsa demostración del gran intérprete que es.
En “Cristóbal Balenciaga”, la elegancia de cada pliegue y la perfección de cada hilo cosido es apenas intuido, jamas visto; ya que su narración se construye como las propias creaciones de Balenciaga, fluyendo con absoluta placidez y delicadeza. Las distintas piezas que conforman el retrato del hombre y del creador, se van yuxtaponiendo en una sucesión serena de escenas, dentro de un conjunto uniforme al que en ningún momento se le ven las hechuras. No hay trampas, ni ayudas, ni juegos de prestidigitador que engañen al público. Todo esta a la vista y discurre de forma natural, tratando de eliminar las costuras innecesarias, como finalmente consiguió hacer Balenciaga en sus mejores y últimos diseños.
De esta forma se nos presenta el dilema de ver la situación de la “Alta Costura” francesa durante la ocupación nazi, bajo ambos puntos de vista, el del presunto colaboracionismo o el de la simple supervivencia basada en una casi imposible neutralidad, que puede ser denunciable sí, pero desde luego entendible. Para ayudarnos a completar la cuestión, se añade la escena del queso, de extrema dureza, pero que nos da toda la información que nos faltaba sobre este tema. Iglesias deja que sea el público el que se posicione, porque su labor no es esa, sino la de presentarnos todos los puntos de vista y hacerlo de la forma más inteligente y efectiva posible.
De la misma manera se trata la relación con los Bizkarrondo, la devoción hacia Givenchy o los celos profesionales hacia su compañero Wladzio, cuando son sus sombreros los destacados en las reseñas; o incluso el resquemor por el éxito de un Christian Dior, presentado aquí como una admirador y competidor intachable del propio Balenciaga (con lo fácil que hubiera sido hacer bandos y construir un villano para el regocijo de un determinado y polarizado sector).
A este respecto, el tercer episodio de la serie que abre y cierra con Dior, supone una más que lúcida reflexión sobre la rivalidad y la competencia. Dior, que empieza siendo un modisto inspirado por Balenciaga (a quien admira profundamente) alcanza rápidamente una fama y un éxito de ventas incomparable que despierta en el protagonista no sólo los celos profesionales (lo cual es comprensible al empezar a perder clientas en favor del nuevo creador francés) sino también una cierta inseguridad sobre sus propias creaciones, lo cual es infinitamente más doloroso.
Y eso da pie a una primera reflexión que la serie desarrolla en su subtexto ¿Quienes son nuestros competidores? Obviamente aquellos a quienes más admiramos, y dentro de nuestro campo desarrollan su labor como nosotros; pero desde su propio lugar en el mundo y con su propia perspectiva. Si nos paramos a analizarlo, ellos siempre tienen algo que a nosotros nos falta, y viceversa. ¿Pueden ayudarnos? Siempre; sobre todo a que no perdamos nuestro afán por seguir dando cada vez una mejor versión de nosotros mismos. ¿Debemos sentirnos amenazados por ellos? Nunca, ya que no podemos pretender ser ellos, y por eso tenemos que apreciar y celebrar sus similitudes y a la vez su diferencias respecto a lo que nosotros somos, y dejar que nos enriquezcan con aquello que a nosotros nos falta, y por supuesto no poner el foco en aquello que ellos tienen y nosotros no. Hacer lo contrario, supondría perder nuestra propia autoestima y el amor hacia lo que hacemos, generando un cierto odio y resquemor, al culparlos de nuestras propias carencias.
En la serie se deja muy claro todo a este respecto: Dior nunca hubiera existido sin Balenciaga, y Balenciaga nunca hubiera evolucionado de la forma en la que lo hizo, sin Dior.
Y todo esto, que es uno de los temas de la serie, se cuenta en apenas unas cuantas frases y un par de escenas. Porque a la que sabe lo que quiere contar, no le hace falta más. Y al que lo quiere entender y disfrutar, tampoco. Todo de la misma manera en la que a un trozo de tela con la etiqueta Balenciaga, sólo le hacían falta un par de puntadas y un hilo invisible, para flotar en el aire y cubrir de belleza un cuerpo.
Ese control desmedido
Todo “biopic” que se aparta de lo que es el retrato más o menos convencional de un personaje conocido (y que por lo tanto automáticamente gana en interés) debe de articularse en torno a un tema central ligado a la figura de aquel a quien pretende mostrar. Eso permite universalizar a partir de la figura central de la historia, un rasgo distintivo de la naturaleza humana que además da pie al espectador para reflexionar sobre sí mismo. En “Cristóbal Balenciaga” ese tema central es muy claro y evidente, y es el del Control.
Uno de los rasgos más reconocidos del maestro de Guetaria era su perfeccionismo, reflejado aquí de forma incluso un tanto divertida y exagerada, en sus obsesivos intentos de arreglar los trajes y vestidos de todos aquellos que se encontraba a su paso. Un perfeccionismo que es envoltura de una necesidad mucho más enfermiza, la de mantener un control sobre todo lo que te rodea, la de querer arreglar el mundo y someterlo a tu visión, y que es algo que caracteriza al creador por antonomasia (llámese Balenciaga o Steve Jobs).
El exceso de control, de querer hacer las cosas a la manera de uno, porque se está convencido de que ésa es la mejor y única forma posible, acaba generando conflictos inevitables en el entorno, rompiendo relaciones de personas que se sienten mero objeto decorativo al lado del creador. Y acaba generando una presión contraproductiva sobre aquel que la ejerce y que es el primero en exigirse más allá de sus fuerzas. No hay mayor frustración y desilusión que ver cómo lo que haces finalmente con tus manos, con tu voz, con tus capacidades físicas, se queda lejos de la idea con la que la concebiste.
El deseo de control que deriva del perfeccionismo, te obliga a hacer y rehacer lo que para muchos ojos ya es perfecto, pero no para ti, y que resulta en esa forma actual insoportable de ver o de escuchar. Porque sabes que lo puedes hacer mejor, que aún no esta cerca del modelo mental que sólo tú conoces. El deseo de control, te puede llevar a destruir aquello que has creado, simplemente porque ya no se ajusta a los estándares de lo que para ti es aceptable. Es triste, y es una maldición que se arrastra toda la vida. Y te lleva a estar siempre en cierta manera, solo.
Y eso nos lo enseña muy bien la serie, porque a medida que desaparecen todos aquellos que rodean a Balenciaga, aumenta el control absoluto sobre sus diseños, o más bien su ilusión de control absoluto que es infinita e insaciable, pero que impulsa la creatividad cual droga, hasta límites jamás conocidos.
La historia de Balenciaga para Iglesias, es la historia de la lucha de un hombre por tener el control sobre su obra y la percepción que de él tienen los demás. En la serie se muestra como ese ansia de control va creciendo desde intentar evitar las réplicas y copias ilegales, a presionar para controlar a los proveedores y poder trabajar con telas únicas y exclusivas. Controlar todo el proceso y los productos del mismo se convierte en una obsesión, incluso una vez ya vendidos (como ocurre por ejemplo en la serie, con el abrigo sin planchar de aquella señora en misa…).
Por momentos, esa ilusión del control existe y se materializa, y refuerza aún más la adicción, ya que Balenciaga acaba finalmente controlando lo que se publica en prensa sobre sus colecciones (dándoles el mismo sus propias fotografías sobre los modelos), o con la consecución del Gazar, la tela con hilos de doble torsión capaz de aguantar los pesos ansiados por el diseñador. Pero el control es una ilusión, y la ilusión nunca es duradera.
La filtración del traje de boda de la Reina Fabiola supone un duro golpe a ese deseo de discreción y anonimato; al igual que la traición de Chanel destroza la ilusión de controlar todo lo que se dice de él y la percepción que de él tiene la opinión pública. Por miedo a lo que piensen de uno, o simplemente por puro miedo.
Cuando el intento de control absoluto fracasa, es cuando el ansia de control muestra su verdadero rostro, porque… ¿Qué es el Control, sino un parche contra el miedo? Miedo a no ser uno el que decide, miedo a que sean los demás los que acaben diciéndote como debes verte a ti mismo, miedo a vivir….
La pérdida del control finalmente se revela como algo absolutamente inevitable, y viene de la mano del “Pret-a-Porter” y de la dura lección de Air France, y conduce irremediablemente al final, una vez que asumes que no tienes ni has tenido nunca el control, y que desaparece el Santo Grial que tan infructuosamente has estado buscando durante toda tu vida.
La defensa del Individualismo
El Pret-a-porter, tal y como lo vemos en la serie, supuso para Balenciaga perder ese control absoluto de cada una de sus obras de arte únicas, diseñadas y materializadas para cuerpos únicos de clientas únicas. La democratización de la moda (previa a la que supuso internet en cuanto a creación de prensa mediante blogs, de radio con los podcasts o de cine y televisión con YouTube y Twitch), permitió al común de los mortales acceder a ropa de calidad, a precios asequibles, con un cierto diseño y unos ciertos materiales (hasta entonces reservados sólo a las exclusivas clientas de la alta costura). Una revolución en toda regla que al igual que "el Cantor de Jazz" dejó en la cuneta a aquellos que no supieron adaptarse a los nuevos tiempos. Y sobra decir que a Balenciaga le pilló a contrapie por diversas razones.
La resistencia de Balenciaga a la fabricación en serie (ya no digamos al uso del poliéster en prendas), fue también una defensa de la individualidad del cuerpo de las mujeres y en general de la individualidad del ser humano, en contra de la estandarización, de las “TALLAS”. Una dictadura que que impuso tras la industrialización de la moda, y que aún seguimos sufriendo en forma de S, L, M y XL. Y ahí la serie de nuevo brilla mostrando ese paralelismo, en un tema por otro lado tan discutido hoy en día por los graves problemas psicológicos que ha acabado generando entre nuestros/as adolescentes.
38, 40, 42… ¿Pero esto es una fábrica de ropa, o un Bingo?
La imagen de Balenciaga tratando de parar la producción, tratando de parar esa estandarización del sujeto, aparece perfectamente mostrada y retratada, y tiene su punto de derrota con el encargo irrechazable de “Air France”. Un proyecto que era la entrada en el “Pret-a-Porter” para Balenciaga, y que fue un estruendoso fracaso por su deseo de adaptar las tallas estándar al cuerpo específico de cada azafata. La imagen de ver al diseñador y a sus colaboradoras en el aeropuerto, intentando arreglar uno a uno los uniformes de más de 1000 azafatas, es la de una derrota dolorosa, pero también la de un absurdo intento de mantener una forma de trabajar desajustada a unos nuevos tiempos, que probablemente conllevaron pérdidas dolorosas y avances en igual proporción. La imparable transformación, que la rueda del cambio siempre trae consigo.
Pero aún resulta peor, porque si todo el mundo podía ya vestirse, también podía opinar; y ahí es donde Balenciaga perdió finalmente su última batalla por el control y por su forma de hacer y de ver el mundo. Ahí es donde asumió su derrota, y donde el cierre inentendible para muchos, se hizo inevitable.
El artista perdió la batalla contra el fabricante, y los delicados objetos hechos a mano sólo para unos pocos y de una calidad inigualable, dieron paso a la mediocridad disponible para todos que inunda nuestra sociedad actual. Victoria o derrota para todos nosotros, según el punto de vista adoptado (aunque ambas visiones en el fondo persistan aún en nuestra sociedad). 
“Alta Costura” audiovisual
Pero si el calado de las reflexiones que se nos invita a hacer en “Balenciaga” no fuera suficiente, además la serie española se reviste de una factura y puesta en escena exquisitas, que sólo superficialmente y en un primer vistazo puede dar la impresión de ser planas. Los tres directores de la serie, Aitor Arregi, Jon Garaño y Jose Mari Goenaga (Handia, La trinchera infinita), han ideado un tratamiento visual para la historia escrita por Iglesias, que la acompaña en todo momento sin superponerse a ella, sin alardes cinematográficos vacíos que desvíen al espectador de aquello que se está contando sobre el personaje, pero con una composición en cuadro que muchas veces alcanza lo sublime y logra conmocionar al espectador. Un par de ejemplos de esto que digo serían el plano en Nadir sobre Balenciaga, cuando aparece de rodillas rezando en la iglesia, enmarcando su cabeza sobre la cúpula de la misma, remarcando la mística del trabajo del maestro. Otro que puede haber pasado desapercibido para el espectador, es el del diseñador en la fiesta de Nueva York, donde aparece Givenchy, y en el que se nos muestra a Balenciaga en un casi primer plano, sentado en el fondo de esa fiesta, mientras que el desarrollo de la misma transcurre para nuestros ojos, a través del espejo al que da la espalda el protagonista. Pequeños ejemplos de orfebrería cinematográfica, que por su no estridencia. pueden hacer que no se valore en su justa medida la calidad cinematográfica de la serie.
¿Y qué decir de Alberto San Juan que no sea redundar en lo obvio? Su primer plano en el tanatorio, que aúna emoción y contención en un terrible conflicto, dolor y miedo a ser observado, es sólo una pequeña muestra de una labor actoral, que de nuevo por su contención, y por hacer sencillo lo muy difícil puede devenir en ser interpretado como simple.
Por no hablar del diseño de vestuario de Bina Daigeler y Pepo Ruiz, que han desarrollado minuciosamente todos los modelos de Balenciaga que aparecen en pantalla a partir de los bocetos originales, engrandeciendo con ellos el espectáculo visual que se pone delante de los ojos de los espectadores.
Por último, como broche dorado para lo que es una auténtica joya de nuestra ficción nacional, la banda sonora del maestro Alberto Iglesias, el compositor español más aclamado y premiado de las últimas décadas, que aquí presta su particular sensibilidad musical a la historia, y nos transporta a ese mundo de la alta costura en su período de auge, con cierta nostalgia en el piano, pero sin perder ningún ápice de la fuerza y vigor creativo que impulsó a Balenciaga durante toda su obra. Otro placer indescriptible de expresar en palabras, y que requiere de una escucha tranquila y reposada para nuestro deleite (la tenéis disponible tanto en Spotify como en Apple Music).
Con “Cristóbal Balenciaga”, la ficción española consigue por méritos propios estar ya, con algunas de sus producciones, dentro de la élite de la ficción mundial, demostrando que en España se es capaz de hacer “Alta costura” audiovisual. Éste es el mejor ejemplo de ello.
“Cristóbal Balenciaga” consta de seis episodios ya disponibles en Disney+ (desde 5,99€/mes).
Y hasta aquí la newsletter de hoy, espero que os haya gustado y que os sirva la recomendación de la serie, para disfrutarla tanto como yo lo ha hecho. Por mi parte, la newsletter descansará ahora varias semanas, pero continuarán los podcasts en “Over The Top”, empezando por la semana que viene donde tendréis el podcast especial de series donde comento todo lo que he visto durante las pasadas navidades y este mes de Enero, y que ya os aviso que viene cargado de un montón de contenido.
Hasta entonces, recibid un abrazo muy fuerte todxs. Y no olvidéis por favor recomendar esta publicación a todo aquel que creáis que pueda interesarle. Ya somos más de 800 personas, y no puedo como siempre más que daros las gracias a todxs vosotrxs por ello.
Gracias por la recomendación Jose Luis, aunque más gracias aun por el artículo que has escrito. He disfrutado mucho la lectura. Escribes muy bien!!!
Esta serie transmite la sensación de haber sido elaborada artesanalmente, como bien has reseñado, cada aspecto de la producción resulta admirable: la consistencia en la narrativa, las actuaciones (especialmente la de Alberto San Juan), la exquisita banda sonora o la fotografía... respecto a esta última, en varias ocasiones me vi obligada a pausar la reproducción para contemplar la belleza de los planos. Gracias por dedicar este espacio para valorar la serie, ya que nos invita a reflexionar sobre lo que hemos visto y, de alguna manera, nos permite disfrutar nuevamente de esta obra.
¡Abrazos, José Luis!