029| Espías en el Cenagal
“Slow Horses” vuelve a demostrar que es el mejor thriller de espías del momento.
Bienvenidos a la última reseña de series de este 2023, previa a los contenidos finales de resumen del año, que empezarán a llegar a vuestro mail y aplicación de podcasts a partir de mañana, en lo que sin duda es uno de los momentos más señalados para la seriefilia; una cita ineludible para hacer balance y comprobar si hemos perdido el tiempo miserablemente delante del televisor, o si realmente ha merecido la pena emplear gran parte de nuestro tiempo libre viendo series.
La respuesta a esa pregunta sólo la tiene cada uno de vosotros para sí mismo, aunque yo por mi parte voy a ayudaros a que se decante hacia el lado positivo con mi recomendación de hoy.
Hoy voy a hablaros de “Slow Horses”, la serie que acaba de finalizar su tercera temporada y que se ha convertido año tras año en una de las apuestas más sólidas de Apple TV+, y en una de mis series favoritas (de hecho los dos primeras temporadas ya figuraron en mi Top 3 personal del año pasado).
Adaptando a Herron
Mick Herron escribió su novela “Caballos lentos” en 2010; en ella contaba las andanzas de un grupo de espías del Mi5 británico caídos en desgracia, que acababan con sus huesos en la “Casa de la Ciénaga”; un departamento aislado del servicio secreto y dedicado a tareas menores, en algunos casos meramente burocráticas, y sobre todo destinado a comerse los marrones de otros. Un grupo liderado por un brillante sociópata y espía veterano llamado Jackson Lamb, con unos modos a caballo entre la mala educación y la guarrería irreverente.
La novela, ofrecía un punto de vista diferente sobre el mundo de los inmaculados agentes secretos, ahondando en las cloacas de los servicios secretos, y aderezándolo todo, con un sentido del humor cáustico e hiriente y unos diálogos repletos de sarcasmo y mala leche. La historia entroncaba más con el enfoque de algunas de las novelas de John le Carré y de personajes cinematográficos como Harry Palmer, mostrándonos a unos espías descreídos y cínicos, que anteponían su orgullo personal y el del grupo, al sentido del deber para con su graciosa Majestad. La novela fue todo un éxito, e inauguró una saga que llega ya a la decena de libros a día de hoy.
El proyecto de adaptar estas historias a formato serie para AppleTV+, tuvo su puesta de largo el año pasado, con el estreno de las dos primeras temporadas basadas en los dos primeros libros; este año acaba de emitirse la tercera (a su vez, basada en el tercer libro) y ya hay confirmada una cuarta para el próximo 2024.
La tarea de adaptación por otro lado, ha recaído en Will Smith (no confundir con el actor norteamericano y ocasionalmente boxeador en ceremonias de premios) un cómico británico que ha trabajado codo con codo con Armando Ianucci en “Avenue 5” y sobre todo en “Veep”, lo que quiere decir que al menos está familiarizado con el “submarinismo político” y el uso del sentido del humor; y que a juzgar por el resultado, ha resuelto de forma brillante en su primer trabajo de envergadura en solitario.
Para llevar a cabo la empresa, Apple le ha provisto de todo lo necesario sin reparar en gastos: Rodaje en Londres en las localizaciones descritas en las novelas, factura visual sin nada que envidiar al de los mejores productos BBC o HBO, tema principal de la serie compuesto para la ocasión por Mick Jagger (“Strange Game”) y un reparto de postín que encabeza Gary Oldman como Jackson Lamb, y que cuenta con secundarios del cine y las series británicas de relumbrón como Kristin Scott Thomas, Jack Lowden, Saskia Reeves, Samuel West o Jonathan Pryce.
¿Y que hace que “Slow Horses” destaque por encima de tantos productos de espías similares de entre los que se estrenan cada año, (coronándose además como una de las mejores series, tanto en 2022 como en 2023)? Pues sobre todo por la mezcla perfecta entre humanismo, thriller adictivo, humor irreverente y crítica indisimulada al “establishment”.
Por contra, la curva de entrada a la serie no es tan simple como en otros productos de consumo más superficiales. En los primeros episodios de la serie, uno nunca termina de empatizar con ninguno de los personajes, resultando la mayor parte de ellos aburridos o directamente repelentes y directamente ubicados en la banda del gris “marengo”. Lo mismo ocurre con la parte de la trama de acción y espionaje que arranca de una forma lenta y anodina en base a las tareas cotidianas que el grupo tiene asignadas (nada emocionantes) y poco a poco va cogiendo brío e impulso de la misma manera que los personajes van mostrando su alma tras sus muchas capas y aristas. Ésta es una elección narrativa muy calculada; de forma que cuando la trama de la primera temporada comienza a acelerarse, el espectador ya está en ese punto en el que le puede tocar emocionalmente lo que les ocurre a los personajes. ¡Y vaya si les ocurren cosas! porque esta es de esas series a las que no les tiembla el pulso a la hora de hacerle un “E.R.E.” al reparto.
Caballos en movimiento
Si tenemos por lo tanto, un thriller de espías bastante entretenido y con la tensión que requiere el buen entretenimiento, y además un excelente dibujo de personajes (donde la información sobre cada uno de ellos se da con cuentagotas), y a esto le añadimos unos diálogos rápidos y lacerantes que siempre buscan (con la complicidad del espectador) hacer leña de cada miembro del equipo en pantalla, obtenemos un producto muy entretenido y que deja siempre satisfecho al espectador con una sonrisa en la boca. Siempre usando un sentido del humor que combina el trazo grueso con el fino sarcasmo, de forma magistral.
En el centro de la historia está River Cartwright (interpretado por Jack Lowden) el espía impulsivo y pelín descerebrado que acaba cargando con las culpas de otros siempre y que termina de la noche a la mañana en “La Ciénaga” a las órdenes de Jackson Lamb, haciendo tareas tan poco edificantes como clasificar bolsas de basura; es el principal blanco de las pullas de su jefe y de las de sus compañeros que le tratan con bastante condescendencia (incluido su abuelo ex-miembro del Mi5 interpretado por Jonathan Pryce); un arquetípico “mete patas” de buen corazón, con un concepto de sí mismo muy superior a lo que en realidad acaba siempre demostrando, es decir, el agente estándar del cenagal donde trabaja.
A su lado, la algo más eficiente Louisa Guy (Rosalind Eleazar), el hacker sociópata y siempre necesitado de atención Roddy Hod (Christopher Chung) ejecutor y víctima de continuos “zascas” por parte de todos, y la pareja cómica formada por Marcus (Kadiff Kirwan) el grandullón ludópata y Shirley (Aimee-Ffion Edwards) su perspicaz y drogadicta pequeña compañera. Y junto a ellos un plantel variable, que cada temporada puebla las mugrosas oficinas de esta unidad especial.
Mención aparte merece la madre de todo ese desmadre, la agente Catherine Standish (maravillosa Saskia Reeves), “alcohólica anónima” en proceso de rehabilitación, que se encarga de organizar en lo posible esta jaula de grillos, aparte de llevar la agenda de Lamb, y de cuidar de la salud física y mental de todos los miembros del ecosistema; en el fondo movida por una tragedia personal que la ata al lugar y a su jefe. Un ama de llaves con sorprendentes dotes ocultas, y un sentido del deber muy por encima de la media del resto del elenco.
Silence of the Lamb
Pero la estrella de la función son claramente Jackson Lamb y sus modales, o lo que es lo mismo Gary Oldman, que destaca por encima de todos (y más viniendo de bordar la interpretación hace unos años, del mítico y antagónico Smiley, el espía más icónico de las novelas de Le Carré, en la magnífica “El Topo”). Un Oldman que construye un personaje en las antípodas de todos los que se le han visto antes, a caballo entre ese brillante Smiley clásico y un “Gran Lebowski” encabronado. Un Oldman que ha tenido que engordar unos cuantos kilos para el papel, y arruinarse (más aún si cabe de lo que está) su apariencia física, para dar con el tono que requería el personaje.
Lamb es en “Slow Horses” un espía descreído que lo ha visto ya prácticamente todo, y que está acostumbrado a recoger la mierda que dejan los demás, siendo plenamente consciente de que es el más capacitado de todos los mandos en activo y de que jamás nadie le va a reconocer absolutamente nada; es el jugador cansado y pasivo en un juego del que se hastió ya hace muchos años; sin otro objetivo en la vida que el de seguir adelante sin más, mientras se mata lentamente con comida y bebida basura, y renunciando a la mínima educación e higiene personal exigibles a cualquier ser humano que se precie de serlo.
Él defiende únicamente su honestidad, y la integridad y respeto para los habitantes de su último y repudiado reducto de deshollinadores, encargados de desatascar por accidente, los conductos del sistema corrupto y sin sentido al que pertenecen como últimos engranajes del mismo. Es un héroe moderno, que en su inconmensurable sagacidad e inteligencia, se gana el afecto de un público descreído (el de este siglo XXI, que ya no cree en galanes arquetípicos, ni en sistema alguno), y al que sólo le queda la propia honestidad como elemento de satisfacción personal. Un retrato maravilloso de un ser complejo que Herron creó con la pluma y Oldman ha dotado de vida magistralmente.
Lecciones de Ética
Frente a él y a un mismo nivel sobresaliente, su antítesis y ¿amiga? Diana Taverner (gran Kristin Scott Thomas, como siempre), la glamurosa y maquiavélica “Segunda Mesa” del Mi5, y a la vez, la otra cara de la misma moneda en la que está Jackson Lamb. Precisamente, las escenas de encuentros clandestinos bajo el puente entre Lamb y Taverner, son siempre lo mejor de la función. A través de ellos, navegamos de forma más que creíble por las alcantarillas del Mi5 y conocemos de primera mano todos los chanchullos a los que tienen que hacer frente, muchas veces por culpa de operaciones que sólo buscan dar lustre personal al currículum de alguno de los responsables del servicio secreto. Aquí es donde aflora el carácter didáctico que ya veíamos en series donde Smith ya había trabajado antes como “Veep”, mostrando que el poder y su gobernanza no es sino un cúmulo de egos personales que dejan siempre inocentes en las cunetas. Y lo curioso es que esta máxima se refleja tanto en la parte de la narración que atañe a los jefes, como en la que aclara como estos soldaditos rotos han acabado en la nevera del espionaje.
Lo que queda claro y es uno de los pilares que da continuidad a la serie, tanto en su primera y segunda, como en esta tercera temporada (todas muy diferentes en cuanto a la historia que narran) es la importancia que para todos los “caballos lentos” tiene el volver a demostrar su valía (aunque como se dice repetidamente en la serie, nadie sale nunca de la ciénaga); no hay orgullo en ser parte del grupo al que pertenecen, pero si un sentimiento de unión en la derrota. Por contra, es Jackson Lamb quien aunque se pase el tiempo humillando de forma continua a sus pupilos, no duda en sacar la cara por ellos y en demostrar un cierto sentimiento paternal, aunque ello responda quizás más a un deseo de defender su territorio (tanto del fuego amigo como del enemigo) o a su particular sentido del servicio y la ética profesional,
En esta última temporada, aún hemos podido asistir a una vuelta de tuerca más en la exploración de la podredumbre de estos fondos marinos, con la inclusión de ese servicio secreto semi-clandestino, “El Cacique”, que se postula como primera piedra para privatizar la gestión de la inteligencia británica. Un servicio compuesto por agentes aún más ineptos si cabe que nuestros protagonistas (ese impagable “Spider”) y por matones a sueldo con menos cerebro que aquellos empresarios que les pagan, y que sólo buscan enriquecerse a costa de las debilidades del sistema público.
Una aguda reflexión sobre el paroxismo privaticionista de los servicios públicos que determinados políticos promueven, a veces por convicción política, otras por llenarse el bolsillo discretamente.
Tigres contra Leones
Pero hablando ya más en concreto de la tercera temporada (que hoy ha finalizado su emisión), ésta ha sido probablemente la más redonda de entre todas las estrenadas hasta ahora (se percibe de hecho un claro “in crescendo” en la evolución de las mismas). Repleta de acción, de tensión y de mala leche, ha puesto el foco oculto en los propios mecanismos del sistema para auto-regularse, y en las diferentes vías de malversación de esos mecanismos.
Si en la segunda temporada, los protagonistas eran los agentes durmientes enemigos o “cigarras”, aquí el enemigo estaba dentro de casa (los llamados “tigres”) inicialmente encargados de poner a prueba la invulnerabilidad de la seguridad del propio Mi5, y posteriormente mostrando que realmente iban a poner en tela de juicio la credibilidad del sistema mismo, sacando a la luz algunas de esas operaciones especiales que deben de almacenarse en ciclópeos almacenes repletos de archivos grises. La eterna dicotomía entre el bien general y el mal particular, derivada en práctica común en todo organismo de estas características que se precie, y que termina enterrando en cal viva a amigos y enemigos con tal de mantener su fachada de un blanco impoluto.
La credibilidad de las instituciones lo llaman… la estabilidad y el mantenimiento del sistema, dicen…
Pero si nos centramos en la parte puramente narrativa, podemos sin miedo argumentar que los dos episodios finales de esta temporada (un torbellino de acción y suspense en un escenario claustrofóbico), han supuesto de forma definitiva un salto de calidad en la serie. El asalto y defensa a los secretos más oscuros del Mi5, narrado desde tres puntos de vista diferentes, es una lección de como hacer ficción televisiva trepidante y a la vez con sustancia, dejando con ganas de mucho más.
La lucha entre tigres y leones, o mejor dicho entre tigres junto a leones al servicio de su majestad (desde la ciénaga con amor) contra “perros”, ha tenido su variante ajedrecística en la confrontación dialéctica (con botella de whisky de dieciocho años por medio) entre las dos Mesas, las dos mujeres que luchan encarnizadamente por un mismo puesto e involucran en sus continuas zancadillas, a todo el servicio secreto. Ingrid y Diana, Sophie Okonedo y Kristin Scott Thomas, ambas un mismo personaje desdoblado en dos, en una lucha a muerte por conservar o alcanzar el poder y usando para ello, todos los medios a su alcance; flirteando con el desmantelamiento de su organización, con tal de ver a la otra destruida. Una pura delicia que contribuye más si cabe a elevar el nivel de la historia que se nos está contando.
El Triunfo de los fracasados
La serie siempre somete cada temporada a nuestros espías, a las más duras pruebas para demostrar si son capaces de salir indemnes de ellas, haciendo lo que muchos otros no saben o no quieren hacer. Pero al final siempre quedan los “caballos lentos”; aún apartados y fracasados.
Ellos son los únicos capaces de mirar por sus iguales y compañeros, para poder seguir sobreviviendo en la inmundicia; con el objetivo de salvaguardar la poca dignidad que les queda y constituyéndose a sí mismos en ejemplo de ética profesional y de servicio, para el resto del Mi5. Y por supuesto, para nosotros.
“Slow Horses” ha demostrado en sus tres temporadas ser una de las series más sólidas cada año, un producto de calidad muy disfrutable, que si bien no inventa nada, ni remueve nada, hace resurgir el género de los espías con la solidez y profundidad que merece. Uno de los mayores placeres que se pueden degustar al llegar a casa por la noche tras una dura jornada de trabajo. Ojalá que por mucho, mucho tiempo.
“Slow Horses” consta de 3 temporadas de 6 episodios cada una que están disponibles en AppleTV+ (9,99€/mes).
(*Este análisis ha sido posible gracias a la colaboración de Apple TV+, que nos ha remitido amablemente los 6 episodios de la tercera temporada de “Slow Horses”, de forma previa a su estreno).
Y hasta aquí la Newsletter de hoy, la última reseña de una serie de este 2023. Mañana comenzarán a aparecer los artículos y podcasts que resumen lo que ha sido este año en series, que espero que sean de vuestro agrado. Muchas gracias por estar ahí, de corazón, y ¡felices fiestas a todos!
Puff, me has convencido también con esta. La pongo muy algo en la lista para verla en cuanto tenga un rato. Digo pufff, porque como le pasa a todo el mundo la lista de series pendientes es muuuu larga, pero que le vamos hacer ......
Hola, soy una nueva seguidora (desde ayer que me topé con esta reseña).
Slow Horses, es mi serie favorita, me leo y veo todo lo que salga de ella; y esta, es una de las reseñas más espectaculares que hay publicadas, sin dudas.
Solo una pequeña acotación, la temporada 3 está basada en el libro 3 Real Tigers (no en el 4).
¡Feliz cierre de año!