019| In vino Veritas
“Las gotas de Dios” narra de forma apasionante la búsqueda de la propia identidad a través de un universo enológico fascinante.
Bienvenidxs todxs de nuevo en este domingo electoral a la newsletter de “Over the Top”, después de una larga ausencia debida a un grave problema de salud que afortunadamente empiezo ya a dejar atrás.
En primer lugar quiero daros las gracias a todos por los mensajes de apoyo y ánimo recibidos tanto en público como en privado, y que han contribuido de forma fundamental a que pueda de nuevo estar con vosotros aquí hablando de series y recuperando una normalidad que hace algunas semanas me parecía imposible de volver a conseguir. Afortunadamente, y gracias al trabajo y esfuerzos de lxs magníficxs urólogxs, nefrólogxs, enfermerxs y auxiliares del HCUV, puedo hoy de nuevo dirigirme a vosotros y compartir estas líneas que tendrán su continuidad la semana que viene ya en formato podcast.
De corazón a todos, ¡GRACIAS!
El 9 de junio pasado debía de haberse publicado la newsletter correspondiente, con un artículo que apenas estaba esbozado cuando ingresé en el hospital, y que estaba dedicado a la serie “Las gotas de Dios” de Apple TV+; sin duda una de las mejores series que he podido disfrutar este año. Era por lo tanto lógico que en la reanudación de esta cita con el mundo de la televisión retomáramos el contacto justo en ese punto, en el del análisis de esta maravillosa serie que no podéis dejar de ver.
Asi que hoy, sin otro objetivo más que no sea el de saldar esta deuda con vosotros, analizaremos la serie de Apple. Ya en los próximos días, tendremos tiempo sobrado para repasar la actualidad en muchos otros aspectos como la doble huelga de actores y guionistas, el regreso de Canal+ (o lo que es lo mismo, la nueva Movistar Plus+), o el éxito de la estrategia de Netflix que llevará en los próximos días a finiquitar su plan básico sin anuncios.
De momento… ¡Gracias por estar aquí de nuevo conmigo!
Del Manga a la televisión
En los últimos dos años el servicio de televisión de Apple (Apple TV+) no deja de dar alegrías a sus usuarios, que han pasado de contar con un raquítico catálogo de apenas una docena de títulos en su lanzamiento (hace ya casi cuatro años) a poder disfrutar de casi un estreno semanal. La cantidad, sigue siendo exigua en comparación con la de otras plataformas más veteranas y globales; pero la calidad de lo estrenado o incluso el porcentaje de aciertos de los proyectos seleccionados para dicho estreno, no deja de sorprender.nos a todos. Apple está haciendo las cosas muy bien en cuanto a su televisión, y lo que es más sorprendente, lo está haciendo en contra de las tendencias del mercado y de su competencia: De momento no sube precios ni mete anuncios (aunque lo hará), no retira series ni las vende a terceros, no escatima el 4K… En resumen, el “Think Diferent” aplicado al “streaming”.
La máxima de la vieja HBO de seleccionar proyectos de gran calado (visual y presupuestario) combinada con el intento siempre obsesivo de Netflix de abarcar el mayor rango posible de gustos y públicos, parece haber fructificado en una Apple TV+ que sigue teniendo un número pequeño de espectadores (algo similar a la cuota de mercado de sus productos tecnológicos) que no dejan de mostrar en público su alto grado de satisfacción por lo recibido a cambio de su cuota mensual. Una satisfacción que parece haberse trasladado a la crítica y medios especializados de medio mundo y a una gran parte de los aficionados a las series entre los que me incluyo.
El anuncio de nuevos proyectos audiovisuales de los de Cupertino se mira con lupa, ya que de partida se espera que partan de un nivel medio alto, o al menos fuera de los territorios más trillados por parte de las producciones de la competencia. No estamos hablando aún del furor con el que se recibe el goteo de cada una de las especificaciones de un nuevo iPhone, pero si sigue esta progresión por convertirse en la plataforma que más cuida sus producciones, es inevitable acabar llegando a ese punto.
Precisamente por todo ello, se mira aún con más detenimiento cuando los responsables de contenido de Apple TV+ sacan la cartera para comprar los derechos de una producción externa para añadirla a su catálogo, creando un efecto similar al de una estrella Michelín en un bar de carretera. Eso es lo que ocurrió cuando Apple adquirió los derechos de distribución mundial (excepto para Francia y Japón) de la serie “Las gotas de Dios” (“Drops of God” en su título en inglés) una coproducción de Legendary y Dynamic con France Television y Hulu Japón (sí, en Japón también tienen Hulu).
“Las Gotas de Dios” en principio fue (o es) un exitoso manga publicado por primera vez en 2004 e ideado por los hermanos Yuko y Shin Kibayashi, dos apasionados de los vinos que habían recibido una educación enológica completa por parte de su abuelo (con el que jugaban a distinguir aromas y sabores desde niños), y que contaban ya en el momento de la publicación de su obra, con una colección privada de 3.000 botellas de vino. La historia que idearon tenía como protagonista a Shizuku Kanzaki, un empleado de una empresa de bebidas, que recibía al comienzo de la historia la noticia de que su padre, de quien estaba separado, había muerto. Su padre, que era el crítico de vinos de renombre mundial Yutaka Kanzaki, poseía una vasta y famosa colección de vinos (valorada en una auténtica fortuna). Para hacerse cargo de la herencia, debía de pasar por una extraña prueba: Identificar y describir trece vinos; los primeros doce conocidos como los "Doce Apóstoles" y el decimotercero llamado “Las Gotas de Dios”. También se enteraba por cierto, que tenía que competir para ello contra un joven y reconocido crítico de vinos llamado Issei Tomine, a quien su padre aparentemente había adoptado recientemente como hijo.
La publicación que se prolongó durante diez años (hasta 2014), coincidió con el furor de los vinos europeos en todo Japón y Asia Oriental, y con las grandes compras de terrenos vinícolas en Francia por parte del capital asiático que el propio manga retroalimentó, creando un fenómeno global en esa parte del mundo no sólo por la historia narrada, sino por el propio vino y en concreto por aquellas botellas que específicamente se incluían en la historia: De esta forma, “Las gotas de Dios” acabó contribuyendo en una pequeña parte, a crear una cultura enológica que persiste a día de hoy allí y que sigue creciendo y aumentando.
Tras el intento de adaptar la publicación original a serie de televisión en Corea en 2008 y la producción japonesa que finalmente lo consiguió en 2009, en el verano de 2021 se anunció la coproducción franco-japonesa antes mencionada, con un buen número de importantes cambios (el de Camille por Shizuku, la nacionalidad del padre muerto que aquí sería también francés, o el de las pruebas a las que se tendrían que enfrentar los protagonistas entre otras cosas).
Y así nació esta adaptación de “Drops of God”; con una asombrosa puesta en escena más propia del cine y tratando además de combinar de forma muy acertada las dos culturas sobre las que se sustenta emocional y visualmente. Mezclando los dos géneros de ficción más representativos de ambas: El del Dorama (jDorama cuando hablamos de producciones japonesas), esas series asiáticas con tintes románticos que tanto se han popularizado rápidamente en todo el mundo en los últimos años (a través de las plataformas y televisiones que todos conocemos) y el del cine francés que aborda como nadie los conflictos internos de la clase media; ambos combinados en sus justas proporciones dentro de un diseño de producción milimétrico y espectacular.
La historia del chico rebelde en conflicto con su adinerada familia que busca su propio camino (profesional y romántico) fuera de los designios paternales junto con la búsqueda de su identidad personal, y la resolución del trauma paterno-filial de una joven europea dispuesta además a descubrir una nueva cultura y todo sobre ella misma y su pasado.
El resultado: Una de las mejores series de este año.
Una serie simétrica
La adaptación televisiva franco-nipona de “Drops of God” hace gala de un extraordinario nivel de complejidad compositivo en varios aspectos, que merece la pena abordar; la mayor parte de ellos, enfocados en plasmar una suerte de dualidad que estructura todo el relato.
La dualidad está presente en todos y cada uno de los episodios. Lo está narrativamente hablando, cuando alterna las historias de Camille (Fleur Geffrier) y de Issei (Tomohisa Yamashita), utilizando en cierta manera, como comentaba antes, los temas y formas del jDorama y del cine francés (muchas de las escenas en los viñedos de Camille parecen sacadas de ese lugar feliz visual que muchos tenemos en mente cuando evocamos películas como el “Cuento de Otoño” de Rohmer o los falsos paraísos campestres de Chabrol). Igualmente esa dualidad está presente de forma visual, con el uso permanente de la simetría en multitud de planos (sobre todo cuando Camille e Issei deben compartir cuadro).
La simetría axial pues, subyace en todo momento como materialización de la dualidad, de las dos caras de una misma moneda (dos caras que van convergiendo a medida que se avanza hacia el final de la historia). Simboliza el choque, el conflicto, la diferencia (física, emocional y culturalmente notoria) entre los dos protagonistas, y trata de mantener al espectador en constante equilibrio (como si de una balanza se tratara). Si el punto de vista del espectador, para con uno de los dos personajes, hace inclinarse a la balanza hacia un lado u otro (al mostrarnos las cualidades o defectos de uno de ellos) pronto la narración re-equilibra hacia el otro lado para volver al punto de partida. De esta manera se trata de mantener neutral al espectador durante todo el desarrollo de la historia y se juega con nuestro punto de vista (haciendo que empaticemos alternativamente en igual medida con ambos protagonistas) para que no veamos venir cual es el auténtico conflicto final de la historia (el generacional del que hablaré más adelante).
Pero no sólo la simetría es narrativa o visual en la serie, no sólo está presente en la composición de los planos, también está presente en el trasfondo de la historia, en el cambio fundamental que se ha hecho respecto al material original, al contraponer las dos culturas sobre las que se asienta la adaptación.
Oriente y Occidente
Si Issei es Oriente, Camille es Occidente. Y obviamente Léger, el mentor del primero y padre de la segunda respectivamente, es el puente que une los dos mundos: Francia (origen de la cultura vinícola) y Japón (sublimación y cosificación de esa cultura). Ambas culturas unidas por el eminente enólogo que repudiado en Francia, fue a ganar su fama mundial en un país como Japón, en principio tan ajeno a lo que la cultura del vino y de la tierra significan. En principio; porque resulta curioso que según avanza la historia, podamos llegar a concluir que quizás ambas culturas estén unidas por una especia de adoración hacia los objetos físicos, simbolizados aquí por las botellas del vino en cuestión. El vino como objeto de valor incalculable según determinadas características que en la serie se desglosan para disfrute del espectador con enorme detalle y pulcritud.
Por otro lado resulta muy interesante ver el trasvase de elementos diferenciales entre ambas culturas/protagonistas: Camille (Europa) se enfrenta al reto que le ha dejado su padre por alcanzar la herencia que puede definir su camino en la vida, teniendo que volver a sus raíces, a un pasado traumático del que huyó. Lo hace partiendo de explosiones de color, de entornos cálidos, de senderos irregulares e imperfectos, como los caminos rurales entre las vides de la finca donde se aloja. Sin embargo, poco a poco acaba convirtiéndose en Issei, en una máquina de analizar y de calcular y de revisar sus propios recuerdos de forma metódica para alcanzar la ansiada recompensa. Camille acaba siendo en una parte, Issei.
En cambio para Issei (Asia), ganar es una cuestión de honor y de sentido práctico, puesto que el premio puede suponer un impulso definitivo a su apuesta por la enología en contra de sus orígenes. Su viaje que comienza envuelto en tonos fríos, grises y negros, deslizándose sobre el perfecto asfalto con la seguridad que le da la superioridad de su práctica y conocimientos, acaba tornándose completamente emocional. Los descubrimientos que a lo largo de la competición va haciendo sobre su vida, le obligan a transitar por terrenos para los que no está preparado, y despiertan sus inseguridades. De esta forma, Issei acaba siendo en parte, Camille.
Para el momento en el que se debe dilucidar un ganador, el choque entre Oriente y Occidente dentro de la serie se ha conseguido difuminar de tal forma, que son muchas más las cosas que unen a Europa (Camille) y Asia (Issei) que las que las separan. Trasladar ese conflicto a otro plano completamente diferente, es una de las genialidades de la serie.
El choque generacional
Ese nuevo campo de batalla, ese conflicto auténtico y final que nos depara el relato y que da continuidad a la plasmación de la dualidad que rige todo el relato, tiene como protagonistas al viejo y al nuevo orden.
Al principio de la serie ya se nos daba una pista de este conflicto en ciernes cuando se nos mostraba en “flashback” a Léger luchando en un tribunal de oposición contra el viejo orden, esos viejos enólogos que se rasgaban las vestiduras ante sus ideas sobre la enología y su opinión clara y franca sobre los grandes vinos clásicos de su Francia natal. Paradójicamente y con el tiempo, y una vez afincado en Japón, Léger se acabó convirtiendo en el guardián de una nueva biblia, mucho más terrible que las leyes no escritas contra las que arremetía: Su guía de vinos.
Este es uno de los puntos más atractivos e interesantes de los que subyacen por debajo de la trama principal de la serie: La concepción y funcionamiento de las afamadas guías gastronómicas (ya sean de vinos o de restaurantes). La dictadura que imponen, su influencia en los mercados, y la generación de todo tipo de operaciones especulativas que acarrean tras de sí, hundiendo y enalteciendo unos productos frente a otros por razones muchas veces nada imparciales, arruinando la vida de muchas personas para las que producir es cuestión de tradición o de amor a la tierra. La guía Léger en la serie, es el viejo orden, y sus defensores buscan perpetuar un sistema corrupto cuyas consecuencias se ven claramente en el periplo italiano de la protagonista.
La guía es también el detonante entre el conflicto generacional que estalla en un momento de la historia, donde los protagonistas fuerzan una ruptura con el status-quo. El propio desenlace dirigido del concurso acentúa un conflicto, en el que moral y emocionalmente salen ganando los jóvenes dando una lección de honestidad a sus progenitores y lanzando un mensaje de esperanza al espectador sobre el futuro del mundo que vivimos.
Léger, la madre de Camille, el abuelo y la madre de Issei, Luca Inglese… todos los referentes de los protagonistas tratan de usarlos y manipularlos en uno u otro sentido. Les mienten, juegan sucio con ellos e incluso tratan de destruirlos cuando no se adaptan a sus designios. Pero cuando los dos logran levantarse, lo hacen convertidos en una versión muy mejorada de sus padres, y le dan la vuelta al mundo que han tratado de dejarles con total desidia e impunidad. Camille e Issei transmutan el vino en agua, en una suerte de proceso inverso al de Caná, lejos de la herencia envenenada que les han dejado sus ancestros y en lo que es toda una lección de vida.
La búsqueda de la identidad
Para llegar a ese proceso, a esa catarsis final, los dos protagonistas tendrán que recorrer el camino de averiguar quienes son verdaderamente, lejos de lo que los demás quieren que sean, o de los que sobre ellos les han dicho.
A este respecto, resulta sencillamente maravillosa la analogía que se establece en la serie entre la búsqueda de cada aroma en la copa de vino y la búsqueda de cada rasgo de su personalidad que hacen los dos jóvenes (sobre todo Camille). Con cada ingrediente identificado, un recuerdo olvidado, una imagen borrada que se recupera de un álbum donde todo resultaba confuso antes de emprender este viaje al corazón de cada uno de los caldos que deben descifrar.
Adivinar la identidad del vino, es hallar la suya propia durante el proceso. El viejo dicho romano de “In Vino Veritas”; en el vino está la verdad, o en este caso, en el vino hallarás tu verdad.
Nadie puede enfrentarse a una prueba vital sin conocerse, sin saber sus puntos fuertes y débiles, y este proceso se narra en la serie de forma minuciosa y extraordinaria, y es uno de los muchos disfrutes que nos da esta historia tanto narrativa como visualmente.
Un Thriller “Enológico”
Pero además la forma de hacer este viaje es intensa y emocionante. Uno podría llegar a pensar leyendo esta reseña y sin haber visto la serie, que la historia de dos jóvenes catando vinos, puede llegar a ser algo completamente tedioso e intrascendente, pero nada más lejos de la realidad. “Las gotas de Dios” está construida sobre la base del “thriller”, podríamos hablar aunque suene un tanto extraño, que nos encontramos ante un “thriller enológico”.
La investigación sobre el origen de cada vino y de los aromas que evocan se hace de una forma visualmente muy atractiva y emocionante para el espectador; la búsqueda del origen del significado de un cuadro, o del significado de las palabras que dan origen al título, se convierten en pequeños enigmas que mantienen en vilo al espectador como si un crimen se tratara.
Cada revelación de la historia, cada giro de guión, van de la mano del resto de aspectos que más arriba he comentado y enriquecen y dan significado a la serie. La historia y la forma en que nos la cuentan, nos atrapa completamente y nos hace sumergirnos en un mundo completamente desconocido (el de la enología), consiguiendo que suframos y nos regocijemos con cada una de las derrotas y pequeñas victorias de Camille e Issei; haciendo de ésta, una serie prácticamente perfecta.
“Las Gotas de Dios” no sólo es una muestra del estado de forma de Apple TV+, actualmente la plataforma audiovisual que mejor sabe administrar sus esfuerzos y que más cuida a sus productos y suscriptores, sino que es una de las series más apasionantes e inolvidables de este año. Un auténtico regalo que como un buen vino, se puede disfrutar una y otra vez, para con cada visionado descubrir aún nuevos matices. ¿Qué más se puede pedir?
“Las gotas de Dios” consta de 8 episodios, y está disponible en AppleTV+ por 6,99€/mes.
Y hasta aquí esta newsletter de regreso de “Over the Top”. La semana que viene nos escuchamos en formato podcast. Gracias de nuevo por leerme y espero que sigáis disfrutando del verano o como yo, de la ciudad vacía desde una terracita bien resguardada del sol. ¡Un fuerte abrazo a todxs!
019| In vino Veritas
Vaya pedazo de boletín de vuelta. Gracias por ambas cosas. El boletín y tu vuelta. 😘😘😘
Jose Luis, feliz por tu vuelta y por este pedazo de análisis. Maravilloso. La serie muy top, la disfruté cada minuto