018| El Crepúsculo de los dioses
“Succession” se corona como un magistral estudio sobre el declive del ultracapitalismo y sus protagonistas
Bienvenidos/as/es a la newsletter de “Over the Top”, en una semana que será la última con publicación en un viernes, ya que durante los meses de Junio y Julio, la newsletter y los podcasts empezarán a publicarse los domingos por motivos laborales. Espero que el cambio os venga mejor, y veremos si finalmente se convierte en definitivo a partir de septiembre (tras el parón que haré en el mes de Agosto). De hecho esta semana para ayudar con la transición, tendremos publicación los dos días, hoy viernes esta misma newsletter que estáis leyendo ahora mismo, y pasado mañana el podcast con el correspondiente episodio “Over The Show” de Junio, dedicado también a la serie “Succession”; un podcast en el cual me acompañará C.J. Navas (mi compañero en el programa Fuera de Series: Over the Top) y que se publicará en este mismo “feed”. Espero que os guste nuestro análisis de la serie más importante de los últimos años.
Precisamente desde el pasado domingo, tenéis ya disponible el último episodio de “Fuera de Series: Over the Top”; donde este mes, aparte de analizar la actualidad de la industria audiovisual a través de las noticias más relevantes de la misma, hacemos un ejercicio de reflexión acerca de lo mucho que se parece la nueva televisión en “streaming” a la vieja televisión de “network”; todo ello a propósito de la incorporación de Disney y Netflix a los clásicos “upfronts” donde las cadenas de televisión venden cada año sus nuevos espacios publicitarios, programas y series a los anunciantes. Podéis escucharlo en “Fuera de Series: Gran Angular” AQUÍ.
Por otro lado, se ha publicado igualmente mi colaboración mensual en “Bala Extra” donde en esta ocasión más que de series, hemos hablado de las características del plan de Netflix con anuncios que Pedro M. Sánchez (mi compañero de podcast) acaba de contratar. Asimismo, debatimos sobre qué plataformas conservar de cara al verano y cuales son susceptibles de dar de baja durante el periodo estival. Podéis también escucharlo AQUÍ.
Y hechas todas las recomendaciones sobre podcasts, entramos en materia analizando la serie de la semana, del mes, y para una gran mayoría del año: “Succession”. Una serie que cuando se estrenó allá por 2018, me resultó un tanto antipática y difícil de digerir en mi primer y segundo acercamiento a la misma, pero que una vez hecho el esfuerzo por entender su tono y punto de vista, me enganchó como ninguna otra lo ha conseguido durante todos estos años. Y creedme si os digo, que la recompensa ha merecido la pena.
Una Curva como entrada
Durante mucho tiempo he reflexionado sobre el rechazo inicial que en muchos de mis amigos y amigas (y también en mí inicialmente) produjo una serie como “Succession” cuando se estrenó; de tal forma que a día de hoy, son muy pocos los que me han acompañado en el viaje hasta su final, a pesar de las buenas críticas y las alabanzas de los seriéfilos de medio mundo (y de mi insistencia en favor de ella). Veamos por qué.
Creo que como espectadores, nuestro impulso inicial suele ser el de empatizar con los personajes de las historias que nos llegan y descubrir en ellos aspectos que se correspondan con los propios o con nuestros deseos y aspiraciones más o menos ocultos. Cuando establecemos “de facto” esa conexión, es muy difícil cortarla, y es por eso que nos encantan las historias, el cine y las series, y no nos gusta que se acaben (sobre todo si son de nuestras favoritas) porque la mayor parte de las veces significa perder esa conexión de la que os hablo. Resulta también muy interesante comprobar, cómo podemos llegar a empatizar con auténticos monstruos como Dexter, Tony Soprano o Walter White, disculpando muchas veces sus actos más allá de lo razonable, y sin embargo, tenemos más dificultades para aceptar e identificarnos con personajes mediocres o sin carisma.
En una primera toma de contacto, los personajes de “Succession” no podrían parecer mas alejados del espectador que se sienta delante del televisor tras una jornada laboral cualquiera: Un grupo de gente en lo más alto de la pirámide del capitalismo, con una ambición desmedida y un peculiar sentido de la realidad, que resultan de forma muy clara, arrogantes, antipáticos y estúpidos a los ojos de ese espectador. Entendiendo la imposibilidad de empatizar con ni uno solo de ellos, es fácil adivinar que el rechazo para muchos, podría estar asegurado. Si a eso le sumamos algunas de las decisiones de Jesse Armstrong, creador de la serie, como la de zambullir al espectador desde los primeros planos, en una piscina “demasiado profunda y con el agua excesivamente fría”, es comprensible que muchos espectadores, abrumados por el lenguaje económico, la siempre controvertida cámara al hombro, y la textura cinematográfica sobria y distante, pudiesen abandonar la serie desconcertados o aburridos. Y es que cabe recordar que “Succession”, por mucho que nos guste, no ha sido ni mucho menos un éxito de masas, sino “la serie de la década” sólo para un grupo de aficionados a las series de prestigio muy concreto (no como “Juego de tronos”, la anterior serie insignia de HBO).
Ciertamente, el grupo de personajes de la serie resulta tan ajeno en un primer encuentro, como un grupo de “aliens”. Sin embargo, el mérito de la escritura de Armstrong aflora si perseveráramos en el visionado; porque a poco que empecemos a escarbar en los rasgos distintivos de muchos de los personajes, podemos encontrar por un lado fascinación (ante la perfecta construcción de cada uno de ellos) y lo más sorprendente de todo, identificación con muchos de los traumas que hacen a esos seres tan ajenos a nosotros, comportarse de esa manera. Por que… ¿Quién no ha deseado la atención y aprobación de su padre? ¿Quién no ha sentido el desprecio de hermanos o primos mayores por momentos, en estampas que resultan ya “flashes” olvidados del inconsciente? ¿Quién no ha deseado redimirse de sus fracasos, poniéndose a la altura de aquellos a los que considera por encima de él?
A este respecto, siempre ha ayudado muy mucho esa mítica “intro” de la serie en formato “Super 8”, que nos permite conocer cómo se han criado esos niños atiborrados de lujos y paseos sobre elefantes en fiestas interminables, y que por contra, parecen haber crecido en la carencia de un padre siempre ausente que desde la distancia les ha sometido a escrutinio permanente. A la postre y a lo largo de los episodios, el espectador descubre que por debajo de los aviones privados, las grandes decisiones corporativas, los áticos de lujo y el lenguaje humillante e hiriente, estamos ante seres tan humanos como nosotros, con un buen puñado de frustraciones en común y un déficit de atención y cariño, como el que arrastramos en el fondo de nuestro ser, la mayor parte de las personas. Todo ello magnificado por el dinero y un absoluto desprecio a todo y a todos.
“Succession” ha sido una serie generosa con sus seguidores una vez entrado en su juego, y cruel con los recién llegados que encontraban muy pocos asideros en su mezcla perfecta de tragedia clásica y comedia de sonrisas congeladas. Y aún para los fans, ha terminado convirtiéndose en esos zapatos nuevos que te encantan pero que siguen haciéndote daño meses después incluso de su estreno, de esos que no quieres desprenderte nunca y acabas aceptando el dolor que conlleva llevarlos puestos siempre.
Deconstruyendo a los Roy
“Succession” en cuanto a sus personajes, es sobre todo Logan Roy. ¿Y quién es Logan Roy?
A esta pregunta podría responder de forma diferente cada personaje de la serie, arreglo a su visión y experiencia. La visión objetiva (y que probablemente comparta el propio Jesse Armstrong, “showrunner” de la misma), sería la que da su propio hermano en un discurso crudo y sin ambages ya hacia el final de la serie.
Sí, ha regalado algunos de sus miles de millones, pero no es un hombre generoso. Es mezquino, y no hace más que una mezquina estimación del mundo y alimenta un cierto tipo de escasez en los hombres.
Ewan Roy “Succession”
Los que le admiran sin embargo, hablarán de las grandes cosas que ha hecho partiendo de la nada; otros, simplemente lamentarán no haber estado a la altura de las expectativas que el gran hombre había depositado en ellos.
Logan tiene tantas caras, como escenas el genial Brian Cox en la serie, y casi todas responden a la de un sociópata que odia a la humanidad (y más que a nadie a las mujeres); y al que a la hora de la verdad le resulta imposible deshacerse de su posición omnipotente en detrimento de un sucesor. A mi cabeza viene sobre todo el Hyman Roth de la segunda parte de “El padrino”, aparentemente obsesionado con encontrar un sucesor y al mismo tiempo dispuesto a deshacerse de él antes de que le arrebaté el puesto, viviendo permanentemente el delirio de que va a ostentar el poder eternamente. Y por eso, la sucesión de Logan se salda con la elección de un igual, un ser tan despreciable como él; su versión en la era 3.0.
La figura de Logan escrita maravillosamente por Armstrong, resulta todavía más aterradora si cabe, por ser la sombra del poder absoluto en el mundo que conocemos. Un hombre que pone y quita presidentes a través de sus medios de comunicación y sus conexiones; que decide los destinos de millones de personas, y que paradójicamente, en el fondo parece despreciar a toda forma de vida. Logan es desde este punto de vista, casi mas una plaga bíblica, una maldición destinada acabar con todas las reglas del juego que rigen la cordura y la convivencia. El hombre que mueve la rueda del tiempo en la era “Post-Trump”, el motor del capitalismo más deshumanizado como muestran escenas míticas de la serie como las del “boar on the floor” en la segunda temporada.
“¡Somos una farsa!, ¡Tú eres una puta farsa, hombre!… ¡Yo soy una farsa!, ¡Ella es una farsa!… ¡No tenemos nada! y te lo estoy diciendo por que lo se ¿vale? ¡No somos nada, y ya está!
Kieran Culkin/Roman Roy (“Succession”)
Los hijos de Logan se debaten ya hacia el final de la serie y cuando toman consciencia de su propia realidad, frente al eterno dilema del “ser o tener”. Ellos en concreto, frente al dilema ciertamente paradójico de tenerlo casi todo y no ser casi nada. Incapaces de apoyarse o de unirse (ya no hablemos de quererse o respetarse); viviendo atormentados por la figura de un padre-dios que los juzga permanentemente y les deja claro en cada momento que nunca serán dignos de ser sus hijos.
Kendall, el hombre de la mirada perdida en el horizonte, busca desesperadamente ocupar el sillón de su padre como forma de escapar de una autodestrucción segura el día que se sorprenda a sí mismo lejos de lograr ese objetivo. Es mezquino, es mediocre, y se desprecia a sí mismo y a todos los demás, asimilada perfectamente la lección de su progenitor sobre la necesidad de someter al resto bajo sus designios. Vive permanentemente en una apuesta suicida del todo o nada, y no es consciente en ningún momento que los absurdos sacrificios que hace como los de ingerir lo que sus hermanos le dan a beber en señal de falso sometimiento, no conduce a nada.
Connor representa mejor que ninguno de los otros, la incapacidad para percibir la realidad auténtica de todo y de todos aquellos que le rodean. Vive en una burbuja sin ser consciente de su ineptitud o de la de su esposa sacada de un bar de carretera. A este respecto, resulta sin embargo curioso, que sea el único que atisba medianamente algo de felicidad dentro de los límites de su propio imperio imaginario. Es el rico que se limita a hacer la fotosíntesis cada mañana, sintiéndose importante simplemente con el 1 % de los votos, o con una casa llena de lujos o una embajada en un país remoto.
Roman es el más perspicaz de los cuatro hermanos, con una visión mucho más lúcida de la realidad; aunque sin embargo es también el que emocionalmente más roto está, el que más desesperadamente busca el cariño. Su impotencia emocional (y física) queda demostrada durante toda la serie y en los episodios finales, donde resulta más vulnerable tras la búsqueda infructuosa de una madre (Gerry), del cariño de su padre, y de la aprobación de los hermanos que nunca le quisieron y siempre se rieron de él. Su sarcasmo y sus diálogos salvajes dan salida a la frustración personal que arrastra y le convierten en un niño abandonado dentro del cuerpo de un adulto. Es quizás el personaje más brillantemente escrito de los cuatro hermanos, y verdadero motor de la serie en múltiples ocasiones, siendo consciente de todo lo que ocurre y de quien en realidad es cada uno de los que le rodean, convirtiéndole así en alguien trágico, pero con una magnífica capacidad para pasar página.
Por último Shiv, que empieza desarrollando su vida al margen de la familia, acaba cayendo en esa infructuosa carrera por ganarse también la aprobación del padre (en realidad de dos padres, el natural Logan y su sustituto Mattson); algo que tiene imposible por el hecho de ser mujer y enfrentarse a dos misóginos patológicos. Ni siquiera consigue ganarse el respeto de sus hermanos (siendo la más capaz de todos) igualmente por el hecho de ser mujer. Esposa de un trepa que la utiliza sin ningún tipo de vergüenza, acaba asumiendo el rol que los demás la imponen.
Hablar de los hijos de Logan Roy, es hablar de “tetrapléjícoos emocionales” en estado crítico. Ver sus fútiles intentos por salir a flote, y sus denodados intentos por demostrar a los demás y a sí mismos una valía inexistente, resulta de lo más enternecedor y conmovedor. Y al final uno les coge cariño sin dejar de sentir una enorme vergüenza ajena cuando no indignación por su trato al resto de los mortales (a gente como nosotros).
Rosencrantz y Guildenstern no han muerto
Muchos han definido “Succession”como una puesta al día dentro del ultracapitalismo, de muchos de los temas del genial Shakesperare. Y más allá de la trayectoria interpretativa de algunos de los actores del elenco ligada a la obra del escritor inglés (Brian Cox, Sarah Snook, Matthew Macfayden…), resulta fácil asimilar la figura de Logan Roy a la de un “Rey Lear” del siglo XXI, y la de Kendall Roy a la de un “Hamlet” en busca de venganza por un padre ausente. ¿Es Armstrong un Shakespeare moderno? Los monólogos/diálogos de Roman fluyen con la misma lengua viperina que los del Iago de “Otello”, y los de tantos y tantos villanos de las obras del bardo inglés como el archiconocido “Ricardo III”; los personajes centrales como digo, recuerdan a muchos otros del imaginario del teatro isabelino, e incluso tenemos a las tres brujas de “Macbeth” (Frank, Gerry y Karl) siempre conspirando en las sombras. ¡Y los secundarios, claro está! Los secundarios que siempre sobreviven a todas las tempestades del mundo y que aquí no son menos importantes. Las ratas que se mantienen a flote en todos los naufragios, los auténticos carroñeros de la función.
En “Hamlet”, Rosencrantz y Guildenstern eran los amigos del príncipe enviados por el Rey Claudio para asesinarle, con ímprobo resultado (resucitados por Tom Stoppard en una obra de teatro). Aquí son Tom y Greg, marido y primo respectivamente de Shiv Roy, con origen en el fango más nauseabundo, y encumbrados a lo más alto gracias a sus dotes de supervivencia y lealtades cambiantes. Como buenos secundarios, llevan bajo sus hombros el peso de bordear la parodia (sin caer en ella) dentro de la serie; convertidos desde los márgenes de la mesa principal en una pareja cómica excepcional (“los hermanos cabrones”); y es por ello que nos han dado algunas de las escenas más hilarantes, tanto por su papel como cronistas y archiveros supremos de las cloacas del transatlántico “Waystar Royco”, como por sus relaciones de afecto/dependencia/crueldad.
Los entresijos del “servicio” desde “Arriba y abajo” han dado para mucho, tanto en el cine como en la televisión; por esas referencias y otras, sabemos que las jerarquías dentro del mundo “Downstairs” son aún más rígidas que en su correspondiente mundo superior, y así nos lo recuerdan una y otra vez Tom y Greg, en los siempre presentes intentos del primero por subyugar al segundo y convencerle de una lealtad con premio que ofrece muchas dudas. Los tira y afloja, entre “Emperador-AliExpress” y esclavo, entre idiota e incompetente, nos devuelven a un mundo mucho más cercano al del espectador, plagado de jefes mediocres intentando imponer su voluntad a los subordinados que tienen a su cargo. Felpudos profesionales para aquellos que tienen por encima, y plancha de acero sin compasión para los que tienen por debajo. La vida misma.
Y en la carrera de fondo, no sorprende el triunfo del admirador, del amigo, del esclavo, del siervo… (a la manera del genial diálogo de José Luis López Vázquez) del hombre gris con garganta profunda para tragar lo que sea (incluso la cárcel si es menester), del fontanero rendido al mejor postor o del rey de los mediocres siempre útil y siempre a flote. La lección de Armstrong es simplemente maravillosa.
Una lección incómoda (de cine)
Pero si cantamos las glorias de Armstrong como escritor de “Succession”, no podemos tampoco dejar de alabar la puesta en escena de ese guión por parte de los directores de la serie y sobre todo de Mark Mylod (también productor ejecutivo), responsable detrás de la cámara de algunos de los episodios más destacados de la serie y en especial de esta última temporada (“La Boda de Connor”, “Iglesia y Estado”, “Con los ojos abiertos”…).
Armstrong, Mylod y Adam McKay (que dirigió el primer episodio de la serie) entre otros, optan por un estilo cinematográfico incómodo, que trata de expulsar y no ponerle fácil al espectador la inmersión en este mundo, recalcándole desde un primer momento su posición de “no invitado” a los círculos del poder que se muestran en la serie. El salto del eje continuo de la cámara o el uso insistente del “zoom” (cosas que suelen estar prohibidas en la ortodoxia cinematográfica), el movimiento hiperrealista pero también desasosegante de la cámara en mano, y la iluminación fría y espectral de muchas de las escenas de la serie, despojan a la narración visual de toda amabilidad y contemplación, y aportan una verosimilitud casi documental.
El rodaje claustrofóbico de “La boda de Connor” con continuos planos cerrados y disposición de cámaras en torno a la acción, para construir una jaula visual que saque de los actores hasta la última expresión de angustia (y a la vez del público), resulta una lección de cine magistral; y no es la única.
Cada gesto de los actores perfectamente medido, cada plano-contraplano filmado fuera de todo equilibrio visual (marcando el lugar en la historia que corresponde a los participantes en el mismo) o el simple uso de los objetos que se hacen en escena plagados de significado, ya sean los cubiertos de una mesa, o los regalos que se hacen unos a otros (ese reloj inicial, ese escorpión del final…); todo responde a una maquinaria de reloj perfectamente engrasada como sólo tienen las grandes obras maestras audiovisuales. Y “Succession” lo es.
Capitalismo: ¿Cómo lo Hacen?
“Succession” tiene muchos niveles de disfrute, pero sin duda el que más me llena de todos, es el de la descripción del proceso de transformación de los grandes conglomerados de medios, y su fagocitación por parte de los nuevos gigantes tecnológicos (“Waystar Royco” por “GoJo” o lo que es lo mismo, Murdoch versus Musk). “Succession” es también una suerte de elegía cruel sobre el crepúsculo de los dioses del entretenimiento y de sus vástagos, que se quedan fuera del juego en pos de un mundo donde las reglas empresariales cambian cada mes.
Es también el retrato de una industria del entretenimiento donde con un punto de vista irónico se muestran para goce del espectador, las tripas de las juntas generales de accionistas y de los “Investor´s Day”; de las presentaciones apoteósicas de productos que nos cambiarán la vida distorsionando el campo de percepción de la realidad de los consumidores, y de las partidas de ajedrez en noches electorales donde el futuro de las naciones dependen del anuncio a tiempo de una verdad a medias.
A este respecto no puedo dejar de destacar dos de mis momentos favoritos en este tramo final de la serie: Por un lado la presentación de “Living+”, esa residencia para ancianos multimillonarios que asemeja un crucero “en tierra” (queremos entender que ya sin señoritas lanzadas por la borda) con grandes atractivos como pre-estrenos exclusivos de las últimas producciones cinematográficas de los estudios Waystar (absolutamente magistral el concepto) en una crítica voraz a la comercialización de la nada o del meta-producto que esconde la nada en su interior. Y la noche electoral en “ATN News” que se dedica a relatar la elección de un clon de Donald Trump con una precisión de orfebre, para horror de los espectadores que vemos y comprendemos la irrealidad de la democracia que disfrutamos (del signo o color que sea).
Al final “Succession” se convierte en una llamada de atención sobre lo podridos que están los cimientos del edificio que habitamos, y el incierto futuro del mismo. Una serie valiente que brilla como la obra maestra que es, en todos sus aspectos tanto de escritura como cinematográficos o de relato de su tiempo. Es una suerte haberla tenido entre nosotros, y será una suerte seguirla revisitando en años venideros para comprender en que punto todo empezó a irse a la mi**da.
“Succession” consta de 4 temporadas con 39 episodios, y está disponible en HBO Max por 8,99€/mes.
Y hasta aquí la Newsletter de hoy. Os recuerdo que este domingo tendréis un podcast de casi dos horas también sobre “Succession”” (con una primera parte sin “spoilers” y una segunda con “spoilers”), que esperamos que os guste y os anime a los que en su día no seguisteis con la serie, a retomarla. Por mi parte nada más; espero como siempre vuestros comentarios a este post en la propia web de la newsletter, en Substack o en nuestras redes sociales habituales. ¡Un fuerte abrazo, y hasta el domingo de la semana que viene!
018| El Crepúsculo de los dioses
Es verla e imaginarse quién nos gobierna de verdad y la que se nos viene encima. Con esta y la de Sherwood tenemos el pack completo para entender como se han desestructurado las organizaciones que defienden a las personas trabajadoras y quienes se han beneficiado de la tecnología y la globalización.
Magnífico análisis de una magnífica serie, José Luis. Gracias por dedicarnos tu tiempo. Un abrazo desde Alicante.