017| Una destrucción de la Comunidad
“Sherwood” narra con brillantez la destrucción planificada del tejido social británico
Bienvenidos a todos/as/es de nuevo a la newsletter de “Over The Top”, en una semana en la que seguimos pendientes de la huelga de guionistas y de todas las series que empiezan a parar su producción, dentro de un conflicto que parece puede alargarse sobremanera por la gran distancia que actualmente existe entre las partes de cara a llegar a un acuerdo.
Por otro lado antes de empezar, quiero recordaros que la semana pasada se publicó el episodio mensual correspondiente a Mayo de “Over The Show”, los episodios especiales donde abordamos (en este caso con el gran P.J. Cleaner) el análisis de una serie en dos partes, SIN y CON spoilers, durante algo menos de dos horas.
En este caso, hablamos de la serie “Alaska Daily” que podéis ya disfrutar en su primera temporada completa dentro de Disney+. Y aunque tristemente un día después de publicarse el podcast la serie fue cancelada, sigue siendo muy disfrutable y en los once episodios disponibles, deja cerradas prácticamente todas sus historias. Podéis escuchar el programa directamente AQUÍ o en vuestra aplicación de podcast preferida.
Además hoy, os hablaré de la que para mí es una de las mejores series que he visto en lo que va de año y que podéis encontrar en FILMIN (donde acaba de estrenarse). Realmente es un auténtico placer, analizar y recomendar obras como “Sherwood” y disfrutar (esperando que vosotros también lo hagáis conmigo) destilando las distintas claves que aborda la serie. Asi que sin más dilación, vamos con ello.
El año en el que lo perdimos todo
En 1984, los mineros de todo el Reino Unido iniciaron una huelga que duró más de un año en protesta por los planes del gobierno de cerrar minas y reducir la producción de carbón. La primera ministra Margaret Thatcher se mantuvo firme en su postura de que la industria minera era menos rentable y de que el país necesitaba avanzar hacia industrias más modernas y eficientes. La huelga dividió al país y generó confrontaciones violentas entre mineros y policía, o entre huelguistas y esquiroles (muchos pertenecientes a bando opuestos dentro de una misma familia); sobre todo en aquellas zonas como Nottinghamshire donde no se secundó la huelga de forma mayoritaria.
Con el transcurso de los meses, el conflicto se hizo más cruento, y la prensa conservadora británica retrató a los líderes de los mineros como agitadores radicales, haciendo que la opinión pública se volviese en su contra. Al final, la huelga fue desmantelada y muchos de los mineros perdieron sus empleos, quedando sus comunidades devastadas.
Casi cuarenta años después del mayor conflicto social de la historia reciente del Reino Unido, la mayor parte de historiadores han coincidido en analizar aquella huelga desde una perspectiva más amplia, explorando cómo la política de Thatcher para liberalizar la economía y desmantelar los poderes sindicales, contribuyó a la fragmentación de la sociedad británica.
La pérdida de empleos y el cierre de las minas fue sólo una parte de lo mucho que perdieron los británicos, en un conflicto perfectamente calculado y provocado por un gobierno que pretendía erradicar la solidaridad de clases, esa solidaridad que mantenía unida (y confería una extraordinaria fuerza de presión) a la población. Thatcher en el transcurso de la huelga (y posteriormente) fomentó una cultura del individualismo y la competencia, que socavó la cohesión y el sentido de comunidad en todo el país, y que tuvo réplica posteriormente en muchos lugares del viejo continente, contribuyendo a la sociedad desestructurada y aislacionista de la que hoy disfrutamos.
Lo que en un principio fue sólo la derrota de un puñado de mineros en una isla en medio del Atlántico, acabo convirtiéndose en mi opinión, en una derrota para todos.
Una comunidad dividida
“Sherwood” (estrenada en Filmin hace un par de semanas), usa las fórmulas tradicionales de las series de detectives británicas, partiendo de un doble crimen rural, para acabar convirtiéndose en un complejo caleidoscopio que analiza las secuelas que el conflicto minero provocó en el área de Nottinghamshire; un conflicto entre aquellos que defendieron la huelga y los que prefirieron seguir trabajando el tiempo que pudieron antes del inevitable cierre. Y todo ello, lo hace de forma magistral.
La serie está creada y escrita al completo por uno de los mayores talentos de la escena británica actual, James Graham, responsable de un sinfín de obras teatrales premiadas a ambos lados del Atlántico (“This House”, “Labour of Love” o “Finding Neverland”) y de varios trabajos para televisión, como el film protagonizado por Benedict Cumberbatch, “Bréxit”; el aclamado episodio sexto de la tercera temporada de “The Crown” (aquel en el que el Príncipe Carlos visitaba Gales); o la adaptación de su propia obra “Quiz” dirigida por Stephen Frears, que narraba de forma reseñable el presunto fraude del matrimonio Ingram al concurso “Quién quiere ser millonario” (serie protagonizada por el gran Matthew MacFadyen y que aquí disfrutamos en Movistar+ hace unos tres años).
Graham, natural de Nottinghamshire, parte del asesinato real del sindicalista Keith “Froggy” Frogson a la puerta de su casa en 2004 (en la serie renombrado como Gary Jackson), para diseccionar en torno a la investigación policial del mismo, las relaciones entre todos los vecinos, empezando por la familia del propio muerto, dividida en dos bandos diferentes durante la huelga del 84. Al frente de la investigación, se sitúa el detective local Ian St. Clair interpretado por el siempre fiable David Morrisey (“The Walking Dead”, “Britannia”…), policía novato en la época del conflicto y que se vio obligado a tomar una serie de decisiones que le marcaron para siempre. Y junto a él, el detective Salisbury de Scotland Yard (interpretado por Robert Glenister) con un pasado también vinculado a aquellos días en el propio pueblo.
Junto al relato policial y el del asesinato en paralelo de una concejala conservadora local, la serie nos va descubriendo en cada capítulo la compleja red de tela de araña que envuelve a todos los personajes del pueblo. Los lazos que los unieron y las heridas que guardan en su interior por las experiencias vividas y la posterior ruptura de dichos lazos. Desde la viuda del sindicalista asesinado interpretada por la cada vez más omnipresente Lesley Manville (responsable de Manticore en la serie de Prime “Citadel”) a su hermana, con la cual no se habla desde hace años (a pesar de ser vecinas) y que es esposa de un otrora esquirol durante la huelga. Desde su nieta, convertida en una moderna Julieta… a su Romeo, un joven perteneciente a la familia de traficantes y delincuentes locales, los Sparrow, de la cual nadie quiere saber nada, y que lidera con mano de hierro el patriarca interpretado por Philip Jackson (el mítico Inspector Japp de la serie “Poirot”).
Todos los personajes guardan relación con todos, y uno de los aspectos más interesantes es ir descubriendo esas relaciones y la cuantía de las deudas emocionales que se tienen unos con otros.
Las heridas que no cierran
El retrato de “Sherwood” es el retrato de la desolación. De una tierra marcada por la derrota que supuso el cierre de las minas, y marcada igualmente por la soledad que produce en muchos de los individuos el conflicto aún persistente en el aire que respiran. Un aislamiento autoimpuesto en la mayor parte de los casos, que no es sino una muestra de la incapacidad para afrontar los errores cometidos en el pasado, para tender la mano a los que les rodean y poder así seguir adelante con sus vidas. En Nothinghamshire, sigue siendo 1984, más de treinta años después.
Y precisamente, lo que hace extraordinario ese dibujo de las secuelas emocionales en cada uno de los personajes, es la revelación de que el principal problema no es otro que la inexistente capacidad de todos y cada uno de ellos para auto-perdonarse por los errores y traiciones cometidos en el pasado. El punto exacto que hace trascender a “Sherwood” como relato universal, es esa incapacidad del ser humano para perdonarse a sí mismo, más allá del hecho de que los demás puedan hacerlo. Y esa imposibilidad de huir del pasado, marca a la mayoría de los personajes de la serie; sobre todo una vez que descubren que en un momento de debilidad o de irresponsabilidad, traicionaron a aquellos que más querían.
De esta forma, resulta enormemente revelador e interesante comprobar que el único perdón posible para ellos, es el auto-perdón, y que la única forma de sincerarse con los otros, es haciéndolo primero con ellos mismos (único camino para restablecer los lazos con la gente y la tierra en la que viven).
Precisamente el tema del autoperdón, es también el elemento clave de la historia centrada en el otro crimen, el de la concejala asesinada por alguien que convierte su existencia en una huida sin sentido incapaz de asumir su responsabilidad y de volverse a mirar frente a un espejo. Un acto de egoísmo infantil que deriva en un purgatorio autoimpuesto sin ninguna salida posible.
Y la serie, capítulo a capítulo, y capa tras capa, continúa realizando la autopsia de una comunidad arrasada por la vergüenza, el dolor y la culpa. Y lo hace tan bien, que consigue enclavar este doloroso relato, en lo más profundo del corazón del espectador.
“Robin de Sherwood” no existe
Pero un drama de desarrollo tan complejo como “Sherwood” no sería redondo si el propio entorno donde transcurre la trama no jugara un papel fundamental; y ese es el caso del archiconocido “Bosque de Sherwood” que rodea el lugar donde transcurre la historia, y que aquí juega un doble papel fundamental.
En primer lugar como escenario de una de las mayores búsquedas y persecuciones policiales de la historia reciente de Inglaterra, tratando de encontrar a un asesino dentro de una vastísima extensión, que fue mítico escondrijo de un sinfín de leyendas. Y en segundo lugar, como referente de uno de sus habitantes más famosos, Robin Hood, transmutado aquí en un joven criado en la sociedad dividida antes descrita, y que desarrolla una enfermiza necesidad de justicia y búsqueda de la verdad, alegóricamente ataviado de capucha, arco, ballesta y flechas.
Un nuevo Robin Hood víctima de las leyes y burocracia de un Estado que no cuida de sus súbditos y que sorprendentemente llega a ser tan aleatorio en la aplicación de sus normas, como lo era el gobierno de la Inglaterra feudal en los tiempos de “Juan sin Tierra”.
Pero este nuevo “Robin de los bosques” no es un héroe, ni siquiera sirve a propósito noble alguno que no sea el de huir de la maquinaria que pretende engullirle. Es un personaje que se mueve en base a reacciones y decisiones tomadas de forma visceral, desquiciado por una infancia traumática, frustrado por no poder tener una vida normal, con un punto de psicosis reprobable.
Los mitos de antaño son de esta manera despojados de todo significado heroico o romántico, una vez que la solidaridad entre los oprimidos ha sido borrada de un plumazo por los poderosos, a través de un plan perfectamente ejecutado, y de que no existe una forma objetiva de hacer el bien en la comunidad a la que perteneces.
El juego de Thatcher
“Querían esa huelga. querían cambiar el panorama político de este país, y pasar del colectivismo a las fuerzas del mercado desregulado. Y se puede estar de acuerdo o no con ese cambio, pero para conseguirlo, necesitaban una guerra, necesitaban provocar una huelga en las industrias nacionalizadas, y eligieron el carbón. ¡Y ganaron! Y este país cambió para siempre”.
Volver a abordar el conflicto minero (tema recurrente en los últimos años en el cine y televisión británicos) requería de un enfoque nuevo; y como he contado hasta ahora, esto lo hace “Sherwood” desde el punto de vista de la ruptura de una comunidad, pero también desde la investigación de uno de los puntos más oscuros del conflicto, como fue la infiltración de agentes de la policía con identidades falsas dentro de las comunidades mineras, para extraer información sobre los principales cabecillas sindicales, y lo que es peor, para provocar situaciones de confrontación entre huelguistas y esquiroles que ahondaran en la división de las poblaciones y familias, tras tragedias que tuvieron mucho de provocadas.
El terrorífico y maquiavélico juego sucio del gobierno británico, obligó a una serie de personas a vivir una doble vida y a ser la mano ejecutora de la división y del horror; y este, es el otro tema central que aborda la serie. ¿Quienes eran esas personas que sacrificaron su vida para vivir una mentira y sembrar la destrucción? ¿Qué fue de ellas tres décadas después? ¿Qué secuelas dejó el horror que provocaron y que vivieron en primera fila, sobre todo si siguen (como sugiere la investigación de los protagonistas) viviendo allí? Manteniendo su identidad, su mentira, décadas después… ocultándoselo a sus propias familias.
En este sentido, “Sherwood” recoge el testigo de parte de la ficción británica de las últimas décadas, que encabezada por el maestro Ken Loach, han hecho de la denuncia social y del sacar a la luz la agenda oculta de los diferentes gobiernos de Londres, su principal objetivo. Y no desmerece en ninguna manera en este aspecto, a sus predecesoras.
Del Colectivismo al Individualismo
Ese otro relato subterráneo de la serie, narra como la solidaridad de las clases obreras (es decir, la capacidad de los trabajadores para apoyarse y luchar por sus derechos), fue dinamitada completamente por el gobierno conservador a través del cierre de las minas, de la posterior huelga y de la guerra sucia que se libró contra el sindicalismo hace ya casi cuarenta años.
Todos sabemos que cuando los trabajadores se unen, ejercen una mayor presión sobre aquellos que les dan trabajo y sobre sus gobiernos, de cara a lograr cambios significativos en las políticas y leyes laborales. Y eso, desde que el mundo es mundo, no le interesa a ningún gobierno (sea del color que sea, por simple conflicto de intereses contrapuestos). Cuando los trabajadores se apoyan mutuamente, son capaces de lograr mucho más que cuando reivindican sus derechos individualmente. Por eso, fue la división de esos trabajadores, lo que destruyó a las comunidades mineras de Inglaterra.
¿Y después? Cuatro décadas tras aquello, vivimos en comunidades mucho menos solidarias, donde cada uno busca de forma individual su prosperidad, muchas veces a costa del otro, como árboles en un bosque que en vez de crecer verticalmente unos junto a los otros, lo hacen de forma horizontal, quitándose entre sí la poca luz que les llega. Una sociedad donde los trabajadores y ciudadanos pierden progresivamente cada vez más derechos y cuentan con una menor capacidad de respuesta. Es lo que tiene hacer la guerra de forma individual y mirar únicamente por uno mismo o por los tuyos.
Las imágenes que cierran la serie con esos antiguos mineros trabajando en un almacén logístico repleto de paquetes (una referencia sutil a la nueva forma “low-cost” de comprar online, consumir “fast” y sobrevivir con sueldos míseros y sin apenas derechos laborales) son sobrecogedoras. La guerra continúa, y ya no es entre mineros y esquiroles, sino entre ciudadanos cabreados y frustrados entre sí, entre peatones y conductores, “boomers” y “millenials”, clientes de lo que sea contra empleados de la entidad que sea…
“Sherwood” cuenta el origen de todo eso de forma insuperable, y nos da unas cuantas pistas para seguir adelante y tender puentes con aquellos que se cruzan con nosotros por las calles a diario, con nuestra comunidad. Todo ello, empezando por nosotros mismos.
Es una de las mejores series de este año, y es absolutamente imprescindible.
Y hasta aquí la Newsletter de hoy. Espero que os haya gustado; no dudéis en dejarme en los comentarios vuestras opiniones al respecto de la serie, y de cualquier otra cosa que os interese. Un fuerte abrazo a todos, y hasta la semana que viene que podréis escucharme en formato podcast.
La verdad es que Filmin, es la mejor plataforma, no la más popular o moderna, pero si la mejor. Acabada Endeavour, tocará ver Shervood. Filmin siempre veo sus series con mucha calma, nada de verla a toda prisa. Hay que saborerla. También es cierto que el paisaje de UK me tienes siempre encandilado
Que serie más buena y qué bien la describes. Esta serie no es una serie policiaca al uso, es mucho más. Es una serie sobre valores, ya perdidos, con un policiaco alrededor para hilvanar toda la historia.