014| Fleishman frente al espejo
“Fleishman está en apuros” se convierte en una perfecta disección de la pareja y de las frustraciones personales.
Bienvenidos/as/es un viernes más, a una nueva Newsletter de “Over the Top” donde os haré un anuncio importante y reseñaré la serie estrenada por Disney+ la semana pasada, “Fleishman está en apuros” que me ha gustado bastante y de la que quiero comentar unas cuantas cosas.
El nuevo podcast “salmón”
Este domingo podréis ya escuchar desde este Feed, el primer episodio de “Fuera de Series: Over the Top”, un nuevo programa que trata de ser (en formato podcast) el equivalente a las páginas salmón de economía de los principales diarios, y que estará exclusivamente dedicado a la industria de la televisión.
“FdS: Over the Top” nace como un proyecto conjunto de “Fuera de Series”, el podcast de referencia de la información televisiva en español durante los últimos 15 años y “Over the Top”, mi proyecto personal. A partir de pasado mañana, y el último domingo de cada mes (ya que tendrá periodicidad mensual) CJ Navas y un servidor os traeremos, en menos de una hora de duración, las interioridades y toda la actualidad de la industria televisiva del “streaming”: Análisis de las noticias económicas vinculadas al sector, resultados económicos, movimientos y estrategias de las diferentes plataformas, y evolución del actual mercado audiovisual, explicado de forma clara y amena.
Un podcast de televisión diferente, donde no se hablará de series sino de aquellos que las hacen. Esperemos que os guste y esperamos por supuesto vuestros comentarios sobre el mismo.
Y ahora sí, entremos en materia.
Mujeres y Maridos
Este mes se cumplen treinta años del estreno en España, de una de las películas que marcó el inicio de la etapa creativa más fructífera de Woody Allen (la de los 90) con títulos como “Misterioso Asesinato en Manhattan”, “Balas sobre Broadway”, “Todos dicen I love you”, “Desmontando a Harry” y la que precisamente inauguró ese ciclo: “Maridos y Mujeres”, la última cinta en la que coincidieron Mia Farrow y el director, antes de embarcarse en la cruenta guerra personal con presuntos delitos graves de por medio, que aún no cesa.
En “Maridos y Mujeres”, Allen hacía (como casi siempre) un certero relato de las relaciones conyugales a través de la historia de dos matrimonios de mediana edad, de los sueños y frustraciones apisonados por las obligaciones de pareja, y del amor más allá de ésta (describiendo probablemente su situación personal de entonces, a punto de estallar).
Tres décadas después de aquello, Disney+ nos acaba de traer la serie de FX “Fleishman está en apuros”, la cual nos retrotrae a aquella cinta, al presentar a los últimos miembros de la “Generación X” (la serie está ambientada en los meses previos a la lucha electoral entre Hillary Clinton y Donald Trump) que recién estrenados los cuarenta, se enfrentan a los mismos problemas vitales, pero en un contexto sociocultural muy diferente y con ramificaciones mucho más profundas.
La serie limitada de ocho episodios, adapta la primera novela del mismo nombre de la periodista del “The New York Times” Taffy Brodesser-Akner (de hecho la adapta ella misma), una novela que constituyó un enorme éxito de ventas en el momento de su publicación. En ella, y partiendo de un relato de voz en off femenino (en principio indeterminado) se nos cuenta la historia del Doctor Toby Fleishman (en homenaje al doctor televisivo más famoso de Alaska), un hepatólogo de un prestigioso hospital neoyorquino, que tras su divorcio se enfrenta a la desaparición de su ex-mujer, teniéndose que hacer cargo de la noche a la mañana de sus dos hijos a tiempo completo, durante un caluroso verano en el que no sólo tiene que superar su ruptura, sino además emprender una nueva vida como soltero.
Es en esa primera parte de la serie, todo recuerda a un rejuvenecido Woody Allen: Desde esos ambientes del “Upper East Side” de Manhattan, a los diálogos rápidos, dinámicos y certeros, que en boca de Jesse Eisenberg parecen directamente salidos de su pluma y que convierten al actor de nuevo, en una joven encarnación del director neoyorquino (algo que recordemos ya ha hecho en películas del propio director como “A Roma con amor” y “Café Society”).
A la omnipresente influencia “alleniana” hay que añadir la presencia en la serie de dos figuras como Jonathan Dayton y Valerie Faris que ejercen de productores ejecutivos y de directores de varios episodios de la serie (en concreto el primero, tercero y el maravilloso séptimo, punto de inflexión de la historia). El dúo californiano ha venido diseccionando de forma brillante a lo largo de su trayectoria cinematográfica, las relaciones de pareja, las luchas de auto-aceptación y los conflictos de género en todo tipo de entornos (“Pequeña Miss Sunshine”, “Ruby Sparks”, “La Batalla de los sexos” o “Cómo vivir contigo mismo”); y esa experiencia y tono que imprimen en su cine, a caballo entre la dramedia y el dibujo más descarnado de la miseria emocional, conforman este mismo relato.
Con estas referencias previas y un inicio prometedor inclinado hacia la comedia, el costumbrismo y la crítica social, arranca una de las series más lúcidas del año, donde a medida que transcurren los episodios se profundiza, y de que manera, en infinidad de temas que actualmente obsesionan a hombres y mujeres, a esposas y maridos. Una serie en la que los puntos de vista varían bruscamente jugando con el espectador, e incluso reprendiéndolo directamente, por tomar como verdades aquellas cosas que se cuentan sólo a medias.
La catarsis generacional
En primer lugar, “Fleishman está en apuros” no disimula en ningún momento su retrato generacional (porque en parte, de esto va la historia) y para ello se rodea de un elenco en el que casi todos tienen un pie en el pasado televisivo “teen” más icónico: Claire Danes en “My So-Called Life”, Lizzy Caplan en “Freaks and Geeks”, Adam Brody en “The O.C.” o incluso a otro nivel Josh Radnor, archiconocido por “Como conocí a vuestra madre”. Los tres primeros ponen voces diferentes al desencanto de la madurez: Claire Danes bordando el papel de “psicótica” (una vez más) incapaz de afrontar una vida condicionada a la aprobación de los demás y a cumplir con lo que todos esperan de ella; Lizzy Caplan teniendo que afrontar su acomodaticia falta de iniciativa, como causa principal de verse alejada de sus sueños de juventud; y Adam Brody interpretando a un “Peter Pan” fiestero que se niega a madurar, y que cuando lo hace, lo es eligiendo a una pareja mucho más joven que él.
Una foto generacional que se trastoca en simple postal, cuando la serie acaba poniendo en tela de juicio la verdadera naturaleza de la amistad de los tres amigos interpretados por Eisenberg, Caplan y Brody, al señalar sus encuentros y confidencias, más como un intento de recuperar aquellos momentos que pasaron juntos, que como una evolución natural de una unión a través del devenir de los años; unos encuentros que actúan situándolos mentalmente en un periodo pasado de sus vidas donde todas las opciones aparecían intactas y llenas de promesas de felicidad. Y resulta curioso que esta desmitificación del grupo de amigos, aparezca en un momento donde se evidencia que ninguno parece aceptar al otro tal y como es, y por extensión, a la pareja que cada uno ha elegido. Relaciones ancladas en un pasado que ya no existe.
Es por eso que en ese punto, uno de los principales conflictos de la trama se refiera a como trata de afrontar cada personaje el hecho que supone envejecer y ver limitadas sus oportunidades cada vez más, tanto en lo sentimental y afectivo, como en lo laboral e incluso sexual. Toby (Eisenberg) lanzándose a un desenfreno de citas digitales y tratando de tener las oportunidades que no tuvo de joven (y que una posición acomodada adulta sí le brindan); Libby (Caplan) viviendo la vida de su amigo como si de una telenovela turca se tratara, para no hacer frente a un matrimonio anodino de “piscina y barbacoa” y al abandono de su carrera profesional; Seth (Brody) convirtiéndose en el guía espiritual de sus compañeros de trabajo más jovenes, en la noche neoyorquina. Pero la serie no se contenta con mostrarnos sólo estas cuestiones de crecimiento e inmadurez, hay mucho más.
El matrimonio como papelera
“Fleishman está en apuros”, donde brilla sobre todo en el análisis de los personajes femeninos; como en los casos de Rachel (Danes) y Libby (Caplan), dos mujeres atrapadas en su matrimonio que muestran dos de las opciones que para la serie existen en la sociedad actual: Rachel es la mujer triunfadora obsesionada con ser aceptada por los de un nivel socioeconómico superior al suyo, que tiene que hacer frente a dos trabajos de igual exigencia, y que finalmente acaba rompiéndose. Libby es el ama de casa que deja su carrera de lado para cuidar de su marido y sus hijos, y que paulatinamiente pierde la fe en sus propias capacidades, llegando a convertirse en una persona que no se reconoce a sí misma. Y no solo ellas, en la serie hay más ejemplos de mujeres atrapadas en contratos maritales; como el de la amante de Toby encerrada en su lujoso apartamento y del que solo sale para acompañar a su marido a cenas y galas. Mujeres atrapadas en la institución más vieja del mundo, ya sea por voluntad propia, por comodidad, por necesidad económica...
Llegados a este punto, el matrimonio comienza a ser retratado en la serie, como un cúmulo de ataduras que obedecen en gran medida a la necesidad de integrarse socialmente y de eludir el miedo al abandono y a la soledad (consigue un trabajo, una casa, una segunda casa, un buen coche, hijos perfectos que estén bien relacionados y… no te obligarán a comer sólo en la barra de un restaurante) . Una visión que huye del relato clásico matrimonial de amor verdadero devenido en aprecio y respeto mutuo con el paso de los años.
Pero aquí no solo se habla de matrimonios de clase alta como los que aparecen de telón de fondo en el Manhattan “pudiente”, preocupados únicamente por cenas, eventos de temporada y torneos de golf. En los suburbios de New Jersey, Libby vive la versión cutre del mismo mantra, sustituyendo las lujosas mansiones de verano con piscina, por las barbacoas nivel adosado con conversaciones “trash” entre vecinos que a nadie importan.
Y ahí no acaba todo, porque la escritora y guionista de la serie también dispara con excelsa puntería sobre las razones que llevan al divorcio, a la separación y al logro discutible de la vacía libertad del nuevo soltero. Para ella, muchas de estas separaciones se corresponden con el cada vez más acuciante rechazo por parte de todos nosotros a la propia frustración. Vista así, la ruptura del matrimonio aparecería como consecuencia del hecho de envejecer y no alcanzar las metas propias fijadas en la juventud, echándole la culpa de todo ello, al que esta al lado. Algunas veces trasladando la presión de la autoexigencia a la figura del cónyuge y muchas otras sucumbiendo directamente a la presión directa ejercida por éste, con similares frustraciones y una lista de agravios recibidos (o imaginados) tan larga como “El Cantar de los Cantares”.
El otro lado del espejo
Pasado el ecuador de la serie ampliamente, y teniendo ya un cúmulo de cuestiones sobre las que reflexionar, cabe preguntarse si aún la historia que se nos cuenta puede dar más de sí; y sí, lo da. Porque es en el episodio siete (el cual podríamos decir que arranca en el último tercio del seis) la serie se despega definitivamente de lo que hasta ahora se veía, y se dispone a mandarnos un mensaje más.
Hasta entonces, la ya definitivamente reconocida voz en off de Libby (la mejor amiga de Toby y “alter-ego” presumible de la escritora) ha permitido al espectador (sobre todo al masculino) tener una visión externa de la vida del protagonista, en la que ha podido observar su comportamiento desde una óptica bastante amable y edulcorada. De hecho, la presunta narración objetiva ha cobrado aún más veracidad, al ser Libby una mujer que ha trabajado como redactora en una revista para hombres y que conoce perfectamente aquello de lo que se supone nos está hablando (ay, ese impagable cameo de Christian Slater). Pero en un momento, la narradora se pregunta a sí misma (y por ende al espectador) sobre la ausencia del otro punto de vista de la historia, y ahí es cuando se produce un salto figurado del eje de la cámara; porque el relato escuchado hasta ese preciso instante obviamente ha sido completamente sesgado, y lo maravilloso es que esto se lo reprocha a sí misma la narradora, y como consecuencia, se lo reprocha al espectador.
¿Qué ha pasado? La respuesta nos la da la autora del texto en unas declaraciones: “La única manera de hacer que alguien escuche a una mujer [es] contar su historia a través de un hombre”.
El episodio siete, lo que nos cuenta precisamente es la verdadera historia de Rachel (imperial Claire Danes), una de las más tristes que vamos a poder ver este año en una pantalla, y que podría ser la de millones de mujeres en nuestras casas, calles y trabajos. Pensemos en las últimas décadas… La incorporación de la mujer al mercado laboral, tristemente no ha supuesto para ella (en la mayor parte de los casos) una liberación de su otro “trabajo” tradicional (el del cuidado de la familia). Consecuencia… las mujeres acaban teniendo dos trabajos. Y claro, son dos trabajos con alto nivel de exigencia, porque no solo tienes que ser eficiente y brillante en tu profesión, sino que además has de criar y atender a tus hijos, cuidar de tu marido y llevar las riendas familiares. Y esto acaba con ellas, con muchas de ellas (en la serie con Rachel, que ya de por sí era una persona emocionalmente frágil).
¿Sabemos todo esto? sí, pero tendemos a olvidarlo, y aquí se encargan de recordárnoslo. La historia por lo tanto, usa el truco de los espejos para acabar poniéndonos a los espectadores delante de uno para que nos preguntemos por nuestro papel en historias similares a ésta, en nuestros matrimonios, en nuestras relaciones de pareja… y en el caso de los hombres, reflexionar sobre si podemos hacer verdaderamente algo más por aquellas mujeres a quienes tenemos al lado (esposas, novias, hijas, hermanas, sobrinas…). Un toque de atención que pide reflexión y revisión, de nuestras relaciones de pareja.
La imagen final de Toby Fleishman observando la lluvia (y observándose) a través de la ventana, es la del espectador enfrentado a una verdad que intuía, pero que quizás consciente o inconscientemente obviaba.
Para eso están las series como “Fleishman está en apuros“ (otra de esas pocas joyas que nos regala el año seriéfilo), para ponernos el otro punto de vista delante de nuestros ojos y que actuemos (si queremos).
“Fleishman está en apuros” consta de 8 episodios, y está disponible en Disney+ por 8,99€/mes.
Y hasta aquí la newsletter de hoy. Espero vuestros comentarios a este y a otros temas que os apetezcan, tanto en la web y la app de Substack como en las redes sociales que podréis encontrar en OverTheTop.es.
Un cordial saludo, y hasta el viernes que viene, en el que tendremos la última newsletter previa a las vacaciones de Pascua, donde descansará la publicación por primera vez este año.
014| Fleishman frente al espejo
Fantástica idea. Deseando escuchar el análisis económico de la industria del OTT. Deseando escucharos a ambos.
Deseando ver Fleishman... Gracias por el apunte. Y ya con el primer episodio del nuevo podcast en Pocket Casts 👌🏼