009| Yo nunca vi “Doctor en Alaska”
o de cómo empecé a escribir sobre series hace doce años.
Bienvenidos a la Newsletter de los viernes de “Over The top”, en una semana en la que por fin hemos conocido la fecha oficial de la llegada de “SkyShowtime “ a España para ayudarnos a pasar el disgusto que nos ha dado Netflix con lo de las cuentas compartidas.
La pieza que faltaba por encajar en el “streaming” español (a falta de saber si “Britbox” se decide a dar el salto internacional) llega a precio de derribo y con un catálogo no demasiado amplio (aunque el paso del tiempo irá jugando a su favor, dadas las marcas que lo sustentan).
Por 5,99€/mes en la suscripción mensual (2,99€ en la oferta inicial hasta el 25 de abril y limitada hasta el momento en que os deis de baja del servicio) tendréis acceso a un buen número de series y películas de entre las que sobresalen “Yellowstone” y todas sus “precuelas”, que por fin podrán verse en España en VOD con orden y concierto. El resto de condiciones son: Reproducciones y descargas ilimitadas, hasta tres conexiones simultáneas con cinco perfiles diferentes y calidad Full HD. Sin duda, una estrategia muy acertada dado lo saturado del mercado y lo un poco exiguo del catálogo (falta por ver qué clásicos de CBS, NBC, Universal y Paramount incorporan al margen de los estrenos). Las ofertas “para toda la vida” fidelizan al cliente, y eso es lo que ahora buscan las plataformas con más ahínco, evitando que rotéis vuestras suscripciones si queréis mantener el precio ofertado. Una opción a adoptar, máxime si eres el último en llegar a un mercado saturado como el español. ¡Mucha suerte a SkyShowtime en su andadura y ojalá que nos de muy buenos ratos frente al televisor!
Aparte de comentar la llegada de SkyShowtime, esta semana en la newsletter quiero abordar un tema más personal. Hoy voy a hablaros de como empecé a escribir sobre series de televisión, pasando de la gran pantalla a la pequeña, y de todo lo que me perdí hasta llegar a ese momento y de lo que gané a raíz de tomar esa decisión.
Hace unos días se cumplieron doce años de la aparición de mi primer blog (en realidad una web completa) sobre series de televisión: “CineNSerie”; una buena razón para volver a recordar aquellos tiempos en los que me adentré en el mundo del relato audiovisual por entregas. Una decisión de la que jamás me he arrepentido.
Los años perdidos
Empezaré hablando de algo que también ha provocado este artículo. El pasado lunes, mi amigo Pedro M. Sánchez en su programa diario y bitácora personal “Bala Extra” publicaba un episodio titulado “Cicely” donde contaba sus sensaciones al volver a revisar una de las series de su vida: “Doctor en Alaska"; recientemente incorporada por FILMIN a su catálogo en una versión remasterizada. Pedro contaba cómo el volver a ver la serie, le había transportado emocionalmente a sus “veintipico” años, justo a la época en la que vio la serie por primera vez. Escucharle, me hizo preguntarme por qué yo nunca vi “Doctor en Alaska”.
La serie se estrenó en España en 1993 en “La 2”, y por entonces yo dedicaba el poco tiempo libre que que me quedaba entre exámenes y proyectos de arquitectura, a ver Cine, (o lo que es lo mismo en mí, a ver Cine compulsivamente). En los quince años que incluyeron la década de los 90 y los primeros cinco de la siguiente, me dediqué en cuerpo y alma a ver una media de 500 películas al año (más de la mitad, clásicos del cine y al menos una quinta parte, estrenos en salas) y a ejercer finalmente como crítico cinematográfico en diferentes medios locales y digitales.
La conclusión es que prácticamente nunca vi series de televisión durante esos quince años.
El instante decisivo
Pues sí, yo nunca ví “Doctor en Alaska”, “Twin Peaks”, “Los Soprano”, “El Ala Oeste de la Casa Blanca”… ni “The Wire”. Entonces… ¿Qué hago aquí escribiendo sobre series? Bueno, claramente soy un “polizonte” que se cambió de barco en 2005 ¿La razón? Una tartera de CDs de la marca “PRINCO” que me pasó una amiga con la primera temporada de “Perdidos” (con sus subtítulos incrustados y todo).
A partir de ese momento, la tortilla se dio la vuelta completamente, y desde ese año, progresivamente fui perdiendo interés en el “Séptimo arte”. No es que lo hubiera visto todo, pero sí había visto bastante cine clásico como para disfrutar en dos vidas, y estaba lo suficientemente harto ya del “cine de autor”, y de los “blockbusters” de franquicia. En sólo un año, pasé de degustar cine centrado en narrar las historias de amistad entre por ejemplo, un niño y un mineral, o de degustar apasionantes aventuras como la de comprar un helado en Kabul, a vibrar con los hermanos Scofield en “Prison Break” o a intentar discernir quien era o no “Cylon” en la “Battlestar Galáctica”. Y de ahí, hasta hoy. Raro es que en la actualidad vea alguna película, no siendo como acto social entre amigos o con mis sobrinos, con los que a veces entro en alguna de las pocas salas que quedan en el centro de Valladolid. Si estoy en casa sólo, siempre prefiero una serie.
La explosión de calidad de las series en la década de los 2000, la llegada del “streaming” (casero en un principio), la invasión palomitera de las salas o mi hastío por el “cine de festivales”, contribuyó a que yo diera el salto a la televisión. El cuerpo se me hizo a la hora de duración de un episodio y al desarrollo más pausado y profundo de la narrativa de las nuevas series. En resumen, pasé de devorar cine a devorar series.
Las series que no vi (y las que vi después)
Pero llegando tan tarde a los tiempos dorados de la nueva televisión, ¿Qué hacer con todo lo que me había perdido? Por supuesto, con el tiempo fui recuperando y viendo completos alguno de esos clásicos obviados por mí como “Los Soprano” o “The Office”, pero la sensación de tristeza cuando las vi, fue mayor que la de satisfacción. Tristeza por no haber podido disfrutar de algo tan absolutamente maravilloso en su tiempo de emisión. Tristeza por no poder comentarlo en tiempo real con nadie, y tristeza por haber perdido tanto tiempo viendo cine iraní a las 8 de la mañana en la SEMINCI.
Dieciocho años después del salto, la cosa no ha variado mucho. ¿Por qué ya apenas veo cine (ni siquiera los clásicos que un día amé)? La respuesta es principalmente emocional y tiene mucho que ver con aquello que precisamente Pedro confesaba en su programa. Para mí, que disfruté tanto del cine de Hitchcock, Ford, Wilder, Allen y de muchos otros, volver a ver de nuevo alguna de sus películas, sería como transportarme a una época pasada, no sé si mejor, pero que desde luego me haría evocar recuerdos que a la postre podrían resultarme perjudiciales (esa nostalgia que nos acompaña a muchos como una sombra desde la pandemia). La tristeza, la añoranza, para mí siempre han sido trampas en las que una vez que caes en ellas es muy difícil salir; y para mi suerte o desgracia, revisar “Vértigo” o “El hombre que mató a Liberty Balance” podría ser como abrir un álbum de fotos de donde salen disparados mil fantasmas de momentos compartidos (solo o con otros) que ya no están. Es una verdadera condena acordarme perfectamente de donde, con quién y en qué momento vi cada una de las películas que marcaron mi vida: El cine que me enseñó mi padre, el cine con mis amigos, con mi hermana, con esa persona especial por la que sentías algo que desapareció…
El cine tuvo en su momento una implicación emocional tan fuerte en mí, que durante muchos años me olvidé de vivir mucho de lo que por edad tenía que haber vivido. Cuando vuelvo la vista atrás, muchas de las experiencias que me marcaron son realmente experiencias vividas en una sala a oscuras. Creo que podréis fácilmente entenderme si os digo, que para mi volver a sentarme delante de una pantalla para ver un “Hitchcock” sea algo muy similar a apretar el botón de la máquina del tiempo y revivir las alegrías, emociones y frustraciones de todas las veces en las que disfruté de esa determinada película a lo largo de mi tiempo aquí.
Para mi las series siempre serán presente, y el cine siempre será pasado. Porque las series se ven y se comentan en el momento con la gente que está a tu lado, y prolongan su conversación durante semanas; son el día a día, el aliciente del “llegar a casa del trabajo”, el aquí y ahora; te enganchan y te emocionan, y en mi caso no se quedan clavadas al alma (aunque sí lo hagan al corazón). El cine en cambio, es el pasado perfecto, y el pasado perfecto solo puede hacerte llorar cuando lo recuerdas.
Puede que esa sea la misma razón por la que me resisto a ver las grandes obras maestras de la televisión que me perdí en su momento, porque no pertenecen al momento actual, pertenecen a la memoria de aquellos que tuvieron la suerte de disfrutarlas entonces, como Pedro y su “Cicely”. Él es el único (a mi entender) autorizado para abrir o no esa puerta a su pasado cuando lo desee. No hay nada más absurdo que ejercer un ejercicio de nostalgia sobre algo que nunca has vivido, incluso como espectador.
Las series son todas hijas de su época, y hay que tener el valor para enfrentarse a “El Ala Oeste de la Casa Blanca” en 4:3, y a tratar de entender las referencias a la política norteamericana de años atrás, y no del día que vives hoy. Y lo mismo pasa con las comedias y sus “gags” pegados a la actualidad. Por supuesto que “The Office” es maravillosa, pero lo fue aún más en su momento; verla ahora es como beberse una “Coca-Cola” que ha perdido parte de su gas, aunque te rías y disfrutes también.
He asumido que probablemente, nunca veré “The Wire” salvo que circunstancias especiales se presten a ello, aunque paradójicamente haya visto todas las series de David Simon desde aquella (desde “Tremé” a las muchas otras que la siguieron, especialmente mi adorada “The Deuce”).
¿Debemos asumir quizás que el tiempo perdido es irrecuperable? ¿Merece la pena gastar 60 horas para rebobinar en la historia de la televisión y dejar de comentar durante ese tiempo el día a día con aquellos con los que compartes tu vida o tu afición?
Escribiendo sobre series
¿Y cómo alguien que viene de analizar mucho cine, acaba escribiendo sobre series? Bueno, si no encuentras nada que te satisfaga como lector y seriéfilo firmado por otros, no hay más remedio que hacerlo tú mismo. En 2011 existían excelentes podcasts sobre series; sin embargo, no existían para mí textos en español que trataran de condensar en profundidad la narrativa televisiva que estábamos experimentando, al menos yo no los encontraba (salvo quizás los de Alberto Nahum y su “Diamantes en Serie”). Dotar a la reseña televisiva de ficción, de la misma profundidad con la que se trataba la cinematográfica, me pareció un buen objetivo para volver a sacar la pluma e intentar condensar lo que llevaba años experimentando delante del televisor; o al menos intentarlo. Y así nació “CineNserie”, acrónimo de lo que era para mi la nueva televisión, una suerte de cine seriado o por entregas, sin nada que envidiar narrativa y temáticamente a su supuesto hermano mayor; es más, superándolo en muchos aspectos como la profundidad a la hora de desarrollar personajes.
En Febrero de 2011, comencé a escribir sobre las series que veía, mientras iba construyendo la web del proyecto a golpe de “Dreamweaver”. Durante el verano, nació al público con un buen número ya de artículos escritos, incluidos muchos de algunos de mis amigos y amigas, a los que había logrado convencer para que me ayudaran en la tarea. Al fin y al cabo, todo el mundo veía ya series. Recuerdo con mucho cariño aquellos tiempos de simplemente escribir sobre algo que te gusta (lo que he vuelto a intentar recuperar ahora con esta newsletter) y recuerdo las acreditaciones para aquellos primeros Festivales de Series de Canal+ en el “Proyecciones” de Madrid, en los tiempos en los que los canales de cable (los TNT, FOX, Calle13, Sy-Fy, AXN y demás…) eran los reyes de la ficción y Netflix era sólo un lejano rumor vía VPN.
Visto en perspectiva era un proyecto muy completo. Hablábamos de series finalizadas que reseñábamos, de los canales donde podías verlas (analizando sus parrillas, su vinculación empresarial y la forma de contratarlos), e incluso nos atrevíamos con artículos de tecnología, siempre relacionada con el modo a través del cual ver las series. Probablemente aquella web y su recuerdo, sea lo que me haya traído ahora de nuevo hasta vosotros.
“CineNserie” estuvo activo poco más de un año; aquel maravilloso proyecto que tanto me estaba dando, se vio truncado un día de 2012 por causas de fuerza mayor. Tendrían que pasar tres años y un trasplante de por medio, para que volviera a expresar mi amor por las series, esta vez en audio, a través de un podcast. Antes tuve que convencer al chico que me había escrito durante mi última estancia en el hospital, para que no sólo me acompañara a la hora de hablar de Apple en mi otro programa, sino para que juntos arrancáramos un podcast centrado en la nueva forma de ver televisión que estaba a punto de llegar. Pero eso fue otra historia.
Y hasta aquí la “newsletter” de hoy. Esta semana espero con más ganas si cabe vuestros comentarios acerca de recuperar series antiguas. Quiero saber si lo veis como yo, o tenéis opiniones contrarias y vuestras razones para ello. ¿Sois de los que disfrutáis “Friends” en bucle con la misma fascinación que la primera vez? ¿O tal vez preferís estar al día con lo que se estrena cada semana? Me encantará leer vuestras respuestas.
Nada más. Os mando un fuerte abrazo a todos y un deseo de felices carnavales, desde la “It´s always a fair weather!” Alicante.
009| Yo nunca vi “Doctor en Alaska”
The Wire puede ser planteada como una película de cine clásico que consideres obra maestra.
Hija de su tiempo, por supuesto, pero de una calidad tan grande que no importa su antigüedad.
Hombre, si que da pereza recuperar los clásicos de series "antiguas". Lo primero xq suelen ser temporadas de las de antes con Veintipico capítulos y se hacen MUY cuesta arriba. Pero creo que merece la pena. Yo hace ya unos años k me metí entre pecho y espalda The Shield (k estaba en Prime) (no la de Marvel) y tb Justified, y me alegro un montón de haberme animado con ellas. Justified es ahora una de mis series preferidas.
The Wire la tengo yo tb en la cola a ver si me animo algún día.